Supongo que lo que pasa con las personas a las que queremos es que no necesitamos que estén en nuestra vida, pero que estén nos hace felices. Cuando no queremos a las personas de una manera patológica y estas se van, podemos seguir siendo felices, pero cuando están, complementan nuestra felicidad. Una vez que entendemos esto, sabemos que sin ellas podemos seguir teniendo una vida plena y feliz, y que estará bien, pero que cuando vuelvan, inevitablemente, vamos a sentir un mordisco cálido en el pecho que nunca se parecerá a otras sensaciones, y que, indudablemente, nos hará un poquito más felices, aunque solo sea durante ese breve instante. Y esa es la raíz para ser capaces de pararnos más a disfrutar de la felicidad que conseguimos estando solos; dejar de compararla con otras, y simplemente, abrazarla como es.
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