martes, 24 de julio de 2018

Felicidad

Qué frío hace cuando en mi habitación es invierno. Cuando en verano cae nieve. Cuando el levante hace honor a su nombre levantándose, y le cede amablemente su asiento al poniente. Y éste lo ocupa. Y llena todo el ambiente de su hostil e imperiosa fragancia. Qué sensación tan horrorosa. Cuando siento una vez más, tras doscientas mil, que es el final. Y nadie puede salvarme. Y sólo mi miedo salta el abismo que separa la realidad del deseo. Y todo lo demás queda detrás, aferrado a una barrera invisible pero eficaz. Una hoja en blanco. Una ilusión escrita dentro de un paréntesis. En letra pequeña. Ortografía forzada. Ilusión óptica. La última hoja del otoño que impacta contra el suelo, sin que nada amortigüe su inminente caída. El último copo de nieve que regó de agua calles enteras. Ciudades convertidas en lagos. Callejones abarcando mares. Y luego estás tú. Que me arropas con tus brazos helados, que te quiero con la mirada y te amo con mis sesgados labios, y todo lo dulce se esconde bajo tu serio semblante. Cordialidad o indiferencia. Pero tiemblo y en ti no encuentro la estabilidad. La vieja historia que se repite una vez más. La oveja negra que se tiñe de blanco. La pintura que se corre y los sueños que se resbalan. Donde quedo yo queda el olvido. De qué color era el cielo. Qué forma tenían las estrellas. La luna no era bonita. El fango lo era. Y escucho risas que salían de mi boca, algún tiempo atrás. Mis dedos se estiraban y acariciaban la vida. En la calle del olvido no hay sitio cuerdo para el recuerdo. No sé lo que es verdad. La mentira me parece bonita. Todo lo fácil es engañar a la vida, lo difícil, volver a creer. Nada es igual aquí dentro. Las luces se apagan. El aire deja de respirar. Mi alegría se calla, y mi pena empieza a cantar. Y es que en esa calle del olvido, el eco de tus pasos suena. No te vayas todavía. Quédate a dormir. Cuéntame tus sueños, porque de los míos, tú estás en ellos. Que te me escapas de las manos y clavo uñas. Que las flores ya no pueden bailar al son del viento cuando les sopla desde atrás, porque aquí todas las ventanas están cerradas. Que las nubes ya no se pueden mover. Que el tiempo se paraliza. Que el sol se queda sin luz. Que el piano se cansa de sonar. Porque eres la base de todo. Porque nada funciona sin ti. Y por eso ahora me doy cuenta. Te necesito. Porque soy el girasol que sigue a su estrella. Porque soy la marea que acude a tu imán. Porque te busco como la noche busca la mañana. Porque eres eso, la felicidad.


Vuelve cuando quieras, siempre te abriré las puertas.