Me gustaría ser como La Tierra,
porque en cada puesta de sol le da igual despedirse de él aunque empiece a tener frío,
porque no le importa ir deprisa aunque ese día no le haya dado tiempo de verte,
que se despista entre esquina y esquina,
pero luego sin quererlo nos regala encuentros fortuitos.
Me gustaría ser como las ciudades,
porque cuando ellas se duermen yo me despierto,
porque cuando se apagan no sienten miedo de estar solas,
porque si te vas, no te echan de menos
y nunca son ellas las que llegan más tarde de la hora.
Me gustaría ser ese hielo que aguanta a grados bajo cero sin romperse,
esa estrella que sigue brillando después de haberse apagado,
ese reloj que no espera a nadie más que al tiempo,
ese cielo capaz de soportar lluvias y tornados.
Pero no, porque yo solo soy la que mira de lejos esa puesta de sol con añoranza,
la que no puede dormir y llega tarde,
la misma que te echa de menos
y cree que lo hace en balde.
Yo soy la que cuando tiene frío se rompe,
la que espera sentada una causa perdida
que al final le explota en la cara de golpe.
Yo simplemente soy alguien que vive bajo ese cielo tormentoso
y que solo lleva consigo un viejo paraguas roto.