me dijeron una vez
Y sí
Para escribir tuve que matarme cien veces en tu boca
desangrarme anclada en la cruz del olvido
y ser el cuello perfecto que besar antes de atar la soga
Para escribir tuve que congelarme los cien inviernos que te esperé con la puerta abierta
romperme los huesos con los abrazos ajenos
y caerme de lleno cuando nos separaba los labios esa puta escalera
Para escribir tuve que apagar sobre mi corazón mil veces un cigarrillo con tu nombre
y girar siempre el del paquete por si así volvías
Todo para acabar quemándome yo
y ver cómo mis cicatrices ardían y se abrían
Pero mira, resulta que al final para algo sirvió
Ahora tengo trescientos veinticinco poemas
y el recuerdo de todo aquello
y todo se lo debo
a la bala en forma de beso
que él disparó.