Tengo un invierno en el corazón. Cada vez que no me miras. Cada vez que no me rondas. Cada vez que para no besarme. No me abres la boca. Cada vez que te vas. Pero vienes. Pero vuelves. Para volver a irte. Para no regresar. Porque es mejor despedirse. Porque es peor no decir adiós. Porque adiós y te quiero no echan raíces. Porque el viento arrasó. No ha existido invierno tan frío. Invierno con más ansias de verano. Ni corazón que lo soporte. En sí mismo. Corazón mundano. El mío se extinguió. Hace un segundo. Hace un segundo llovió. Hace un segundo. Que le tengo miedo al sol.
Tengo un invierno en el corazón. Que alberga lluvia, nieve, tormenta. Que abarca mar. Que abarca selva. Que da cobijo al frío. Que siento que ese corazón ya no es mío. Que me congela la piel. Que lo miro y no es él. Que de mí se olvidó. Que me dejó sin calor. Y ahora muero de frío. Y ahora escucho el eco del pájaro sombrío. Desistir de escuchar su voz. Asumir mis propios desafíos.
Tengo un invierno en el corazón. Que me dice que él ya se marchó. Que me dejó y no se asustó. Que sacó un pañuelo y no lloró. Que lo abrió y lo celebró. Triste mi corazón. Triste mi alma y triste yo.
Tengo un invierno en el corazón
que no deja que las flores crezcan en mi interior.
Corazón, pobre del mío.
Es un juego literario. Se debe leer sin punto, aunque lo lleve.
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