domingo, 31 de diciembre de 2017

Rostros sombríos

Vengo rumiando un tiempo
que las cosas han cambiado,
que ya no hay tal cenicero
ni sobre él dolor alguno apagado.

Vengo rumiando un tiempo
que las cenizas se me caen al suelo.
Porque las piso y no se apagan,
me las llevo con el dolor de mi alma.

Por qué necesito que el humo persista,
porque respiro aire y me ahogo.
Por qué anhelo el alcohol en mi sangre,
porque bebo agua y me subrogo.

Vengo rumiando un tiempo,
que ya no soy la misma,
de mi mano alguien se soltó,
y la lluvia de caer desistía.

Quizás de mí ingenua,
que lo ignoré por completo,
pero ahora anhelo aquellas manos
como a la sombra que se llevó el viento.

Aquellas risas ahora permanecen congeladas
viviendo en todos esos rostros sombríos.
Miradas esquivas si las hubiere,
ceniza donde hubo madera quemada.

Cruzo las calles,
abordo las esquinas
y en cada mujer
creo ver tu figura.

Aquellos pasos que oigo tras mi espalda,
no son más que el lejano recuerdo
 que tengo de los tuyos.
Quisiera verte a ti, amiga,
después de girarme,
y no tener motivos para huir,
sino de tu ausencia librarme.


Te echo de menos.


A A.F
A Alicia




sábado, 2 de diciembre de 2017

Tras aquellas paredes

Sintiendo el arroyo de la noche la sutileza de mis pensamientos se tornaba ensordecedora, abasteciéndome de tus efímeros recuerdos intentaba hallar la calma en el campo de batalla que había irrumpido en mi habitación. Hasta tan dichosa calma se me antojaba tempestad cuando tú no estabas ahí para referirme cuánto para ti mi vida significaba. Creí estar sola cuando te encontrabas a mi vera, creí haber tocado con la punta de mis dedos el fuego del infierno cuando con tus labios callabas los anhelos de mi boca. Qué alma tan estúpida la mía que por tales sandeces ahora agoniza ante la tormenta de tu irrevocable marcha. Que me condenen si en amarte no me empeñé, que me lleven junto al diablo si en hacerte mi hombre yo no insistí. Tal fue mi tarea y siempre mi empeño puesto en ella, pero el cielo no me sonrió, yo lo vi llorar. Sus lágrimas mojaron mis sentimientos y calaron hasta los resquicios del ático de mi alma. Ahora padezco la gotera de tu amor quebradizo, impune, absuelto de ser castigado. Me da un vuelco el corazón y estimo que en tu regreso estaría el milagro de mi ser, ser mundano que sólo mendiga tu calor en los días de desdicha. Pero ya no me queda más remedio que callar y obedecer a las paredes que me dan cobijo, que más allá de ellas serenidad alguna encontraré, ni pasos que me lleven de vuelta a tu edén.