La vida es como un juego de cartas, suerte que yo todavía conservo los comodines sobre la mesa y los ases bajo la manga.
sábado, 2 de diciembre de 2017
Tras aquellas paredes
Sintiendo el arroyo de la noche la sutileza de mis pensamientos se tornaba ensordecedora, abasteciéndome de tus efímeros recuerdos intentaba hallar la calma en el campo de batalla que había irrumpido en mi habitación. Hasta tan dichosa calma se me antojaba tempestad cuando tú no estabas ahí para referirme cuánto para ti mi vida significaba. Creí estar sola cuando te encontrabas a mi vera, creí haber tocado con la punta de mis dedos el fuego del infierno cuando con tus labios callabas los anhelos de mi boca. Qué alma tan estúpida la mía que por tales sandeces ahora agoniza ante la tormenta de tu irrevocable marcha. Que me condenen si en amarte no me empeñé, que me lleven junto al diablo si en hacerte mi hombre yo no insistí. Tal fue mi tarea y siempre mi empeño puesto en ella, pero el cielo no me sonrió, yo lo vi llorar. Sus lágrimas mojaron mis sentimientos y calaron hasta los resquicios del ático de mi alma. Ahora padezco la gotera de tu amor quebradizo, impune, absuelto de ser castigado. Me da un vuelco el corazón y estimo que en tu regreso estaría el milagro de mi ser, ser mundano que sólo mendiga tu calor en los días de desdicha. Pero ya no me queda más remedio que callar y obedecer a las paredes que me dan cobijo, que más allá de ellas serenidad alguna encontraré, ni pasos que me lleven de vuelta a tu edén.
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