La vida es como un juego de cartas, suerte que yo todavía conservo los comodines sobre la mesa y los ases bajo la manga.
miércoles, 14 de agosto de 2019
La ventana del autobús
No soy una persona habladora. Me gusta más escuchar. Escuchar viejas historias cuyas sombras aún permanecen ocultas tras el sol de nuestros días. Sentirme cómplice de todas aquellas personas que algún día fueron soldados curtidos en mil batallas que saciaron sus vidas de guerras inacabadas. Prefiero ser el hombro sobre el que caen las lágrimas que los ojos que lloran. Prefiero no matizar, no interrumpir, no dar mi opinión. Me gusta estar callada y no manchar de impunidad el tesoro que es el silencio. No callar a otros cuando desean escupir un mar de palabras que salen disparadas como lanzas buscando su diana. Es maravilloso impregnarse del aroma que desprenden aquellas historias de amor, de amistad, de desencuentros, de viajes a los viejos tiempos donde todo era más transparente y la realidad no necesitaba disfrazarse para pasar desapercibida. Soy una persona observadora. Cuando voy en autobús me gusta quedarme pegada a la ventana y mirar aquí y allá. Veo una casa abandonada donde descansa una vieja silla esperando con impaciencia a alguien que jamás volverá a sentarse en ella. Veo un agujero en una valla que alguien quizás hizo con la intención de pasar al otro lado, o no. Pero sea como fuere, aún sigue ahí, abriendo un espacio entre dos mundos, para quien sepa verlos. Veo cientos de casas en ruinas, las cuales son testigos del amor que había en una familia que pasó sus días allí años atrás. Veo muros que el sol, entre salida y puesta, cada día ha ido tiñiendo de color añoranza. Veo bosques que hace millones de años fueron mar. Veo mares de los que nacerán islas que muy probablemente jamás llegaré a conocer. Veo niños jugando ante la atenta mirada de sus abuelos, tras la cual se esconde la huella de otra niñez de la que ya a penas queda rastro. Veo aquel hombre que se esconde detrás de la barra del bar porque piensa que así sus carencias y problemas estarán más seguros de miradas indecentes, pero que en el fondo está pidiendo a gritos una mano que le ofrezca salir a bailar. Veo a aquel otro chico sentado en la parada de autobús que mira el reloj que tiene en su muñeca con tanta efusividad que pareciese que hubiese una parada que le dejara cerca del amor de su vida. Veo muchas parejas, pero pocas almas gemelas. Veo poca libertad y demasiadas rejas. Veo sangre de inocentes y risas de culpables. Veo a la chica de ojos morados y piel blanca que mira con miedo a quien dice ser el amor de su vida. Veo dagas volando continuamente por el aire y pasando a tan solo milímetros de las cabezas de las personas. Veo mucho dinero y pocos estómagos llenos. Veo corrupción, egoísmo, rencor, maldad. Pero también veo amor, compañía, ayuda, esperanza. Y lo veo porque cada noche al cerrar los ojos sé que lo primero que veré al día siguiente, antes que cualquier cosa, será la luz del sol.
lunes, 5 de agosto de 2019
La ola de tu beso
Mirada de ojos pardos
que persiste inexistente
cual amor tumbado
sobre lonja ardiente.
Se apaga mi corazón
como se apagan las luces
dejando a oscuras a toda una ciudad.
Qué le importa al viento
si me uno al vendaval.
Qué le importa al tiempo
si le robo segundos a la eternidad.
Cruzo los mares en volandas
agarrada a las nubes que trepan
y que nunca tienen miedo a caer.
Ojalá si yo cayese
abrieras los brazos a tiempo.
Ojalá si me rompiese
fuese contra la ola de tu beso.
Contemos cuántas mareas tiene nuestro océano.
Restémosle profundidad al mar
una vez cada invierno.
que persiste inexistente
cual amor tumbado
sobre lonja ardiente.
Se apaga mi corazón
como se apagan las luces
dejando a oscuras a toda una ciudad.
Qué le importa al viento
si me uno al vendaval.
Qué le importa al tiempo
si le robo segundos a la eternidad.
Cruzo los mares en volandas
agarrada a las nubes que trepan
y que nunca tienen miedo a caer.
Ojalá si yo cayese
abrieras los brazos a tiempo.
Ojalá si me rompiese
fuese contra la ola de tu beso.
Contemos cuántas mareas tiene nuestro océano.
Restémosle profundidad al mar
una vez cada invierno.
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