martes, 21 de abril de 2020

Aunque sea sin querer

A veces me pregunto por qué cuando echamos de menos a alguien es cuando más nos da por leer citas o ver películas tristes, como si eso nos fuera a devolver a la persona que hemos perdido o tan siquiera evaporar el daño que nos causó. Aunque ya sabemos lo que dicen, que si alguien te duele, es porque una vez te hizo reír más que llorar. No lo sé, quizás hoy me haya conseguido dar cuenta de que no habrá jamás ningún Best Seller ni Óscar que pueda borrar la cicatriz que grabaste a fuego en cada resquicio de mi piel.

Cuando estamos tristes pensamos más de la cuenta, tratamos de buscar incansablemente una razón para que las cosas finalmente hayan quedado así. Lamentablemente pocas veces logramos encontrarla y con el tiempo simplemente tratamos de hacernos a la idea. No sé, a ratos creo que después de haberte visto en mi mente doblar cien veces la esquina de aquella calle por la que te vi marchar la última vez, y subirte a aquel autobús cuyo destino jamás fue mi lado, conseguiré asumir de una vez que tu camino jamás va a ser el mío, pero siempre acabo repitiendo esa escena en mi mente una vez más, como si alguna vez pudiera llegar a visualizar cómo te dieras la vuelta y me dedicaras una cómplice sonrisa que aguardara mil momentos más en tu compañía. Quizás eso nunca llegue a pasar. Quizás me queden mil noches más sustentadas en tu recuerdo, sostenido en la última nota de aquella pieza de piano que jamás quise dejar de escuchar.

Pero ¿Y si pudiera llegar a pasar? Somos un gran conjunto de posibilidades que danzan al azar en un mismo espacio, cambiando de posición cada x tiempo. ¿Quién sabe si alguna vez estuviste a tres calles de conocer al amor de tu vida, o a cuatro centímetros de dar tu primer beso? Todo ha podido y puede pasar. Tendré miedo de que algún día las estrellas se alineen en el cielo y tus pasos coincidan con los de un nuevo amor, pero siempre viviré aferrada al "¿Y por qué no?".

¿Sabes? Al final lo que siempre nos va a quedar es el recuerdo de las pequeñas cosas. Yo quise inmortalizar todos esos recuerdos, como si se pudiera encerrar en un cuadro o en una carta toda una historia de vida, pero no, las cosas importantes viven en la memoria del corazón. Y sé que en tu nueva ciudad estás viendo luces que antes no conocías, pero quizás algún día encuentres en alguna de ellas aquella mirada que nos iluminó, justo antes de desvanecerse por completo en tu olvido.

Y mientras las posibilidades van jugando su papel y te enamores de alguien (o quizás no), solo espero que alguna vez al mirar esa carta, ese cuadro o aquella luz tú también te acuerdes, aunque sea fugazmente y sin querer, de mí y de la infinita variedad de probabilidades que nos juega la vida.

Loes

Un último verano

Por las noches, a veces creo recordar vagamente el tacto de tu piel contra la mía, y me duermo pensando que aún estás aquí, acariciando mis cicatrices. Pero por la mañana una leve ráfaga de aire frío me despierta, y es entonces cuando me doy cuenta de que por esa ventana ya no entra la luz del sol, porque ya no estamos a diez de agosto, porque todo aquello terminó; el verano se despidió, y de mí la primera.

Me doy cuenta de que mi falda ya no baila con el viento, de que mis tacones se enmudecen al pisar las arenas movedizas que se esconden bajo mis pies. Me doy cuenta de que ya no tengo tus manos con las mías, de que ya no andas descalzo por el pasillo, de que ya no te dejas las patatas para lo último, de que ya no lloras por el final de tu serie favorita cuando nadie puede verte (pero yo sí). Me doy cuenta de que ya no se escuchan tus pasos por la casa cuando tenías prisa y parecía que nunca ibas a poder llegar a la puerta sin darme antes el beso de buenos días. Me doy cuenta de que ahora hasta el sofá me parece más grande, y me han sobrado un par de panes de hamburguesa que jamás llegaré a tirar. Tengo varias películas sin estrenar, y cuatro o cinco velas que ya no sé para quién encender.

Te has ido, y aun dejando aquí tu recuerdo imborrable, me he dado cuenta de que poco a poco he ido dejando de conocer la parte de ti que estaba conmigo, y también la que les mostrabas a los demás. Y, bueno, lo único que no me abandona es el pintalabios, porque ya nadie me besa. Y duele. Ver llegar el otoño duele, no ver a nadie esperándote al final de la calle con un paraguas para ti en las manos, duele. Y no me duele mojarme, me duele no tener a alguien (y más que en este caso ese alguien seas tú) que me quite la ropa mojada, me duele no tener a nadie que me haga entrar en calor. Y puede haber calor en una sonrisa, puede haber calor en una mirada, pero yo sólo siento frío. Y joder, te echo de menos. Qué jodido sería que... Qué jodido es no tenerte.

Pasará este otoño, pasará este invierno, pasará la próxima primavera y vendrá otro verano, visitaré mil lugares y me enamoraré de cien personas más. Y quizás algún día te vea por la calle, pero no creo que te reconozca, porque serás otra persona, dentro de otra historia, y aunque compartiéramos el mismo lugar en ese mismo momento, estaríamos muy distantes de parecernos a aquel amor. Pero aun así, creo firmemente que después de vivir aquel último verano contigo, ningún otro me dará tanto calor sin necesidad de abrigo. 

Loes