viernes, 26 de septiembre de 2014

Decidí

Decidí estar contigo, decidí que fueras tú el protagonista de todos mis besos y abrazos, decidí que fueras tú el motivo de mi sonrisa al levantarme cada mañana, decidí que fueras tú el que estuviera ahí en todo momento para levantarme en mis caídas y para defenderme, decidí ser yo la responsable de tus sonrisas, decidí ser yo la chica a la que llamaras "princesa", decidí formar parte de tu vida para luego convertirme en ella. Prometí un infinito a tu lado, prometí un "para siempre" desde ese treinta de mayo, prometí un nosotros que jamás se rompería. ¿Y sabes? Si pudiera volver a decidir y a elegir, no me arrepentiría de nada, te elegiría mil veces a ti. Y si tuviera que volver a prometer, prometería mil y una veces lo que prometí, porque estoy segura de que te quiero como no voy a querer a nadie más. Y a día de hoy, quiero decirte, que lo voy a cumplir, que voy a cumplir todas mis promesas, que existirá ese infinito, que lo nuestro va a ser para siempre, que ese "nosotros" jamás se romperá, que voy a estar contigo, que tú y solo tú, cariño, vas a ser el protagonista de todos mis besos y abrazos, que nadie más que tú va a ser el motivo de mi sonrisa al levantarme cada mañana, que te voy a seguir necesitando para que me levantes en mis caídas y para que me defiendas, que tus sonrisas van a seguir siendo por mi culpa, que solo yo voy a ser la "princesa" de tu cuento, de nuestro cuento, y que siempre, voy a ser tu vida, y tú la mía.

Recuerda siempre

"Recuerda siempre, que nunca está todo perdido. Que la esperanza es lo último que se pierde, y pase lo que pase, no debes dejar que se te pierda. Recuerda siempre, que nada es imposible, que todo lo que te propongas conseguir, lo puedes conseguir con un poquito de autoestima y de esfuerzo. Recuerda siempre, que tus metas logradas, son victorias que te dejan alguna enseñanza en la vida. Recuerda siempre, que cuanto más te duelan las cosas y más decepciones te lleves, más fuerte serás. Recuerda siempre, que llorar desahoga, pero no soluciona los problemas. Recuerda siempre que en esta vida, hay cosas malas y cosas buenas, no todo es igual, ni las rachas por las que pases son eternas. Recuerda siempre, que tarde o temprano, de una forma u otra, todo llegará. Recuerda siempre, que no debes dejar para mañana lo que puedes hacer hoy. Recuerda siempre, que tienes que tener dignidad y no agachar la cabeza ante nadie. Que no eres inferior, eres igual o incluso mejor que algunos. Recuerda siempre, que las apariencias engañan. Que ni todos los monstruos son malos, ni todas las hadas son buenas. Recuerda siempre, que tus lágrimas, son las mías, y que si tú ríes, yo también. Recuerda siempre, que no estás sola, que me tienes aquí, para ayudarte a levantarte las veces que te caigas. Recuerda siempre, que no debes agobiarte, que tienes que ir poco a poco, paso a paso. Recuerda siempre que tú eres capaz de conseguirlo, y recuerda siempre, que si no lo consigues, siempre puedes volver a intentarlo."

A mí también me gustaría ser fuerte

A mí también me gustaría ser fuerte, no llorar a la primera, no rendirme a la segunda, vencer a la tercera. A mí también me gustaría ser fuerte, pasar de lo que la gente me dice, ser yo misma sin pensar en el qué dirán. A mí también me gustaría ser fuerte, no caerme dos veces por culpa de la misma piedra, no lamentarme por mis errores. A mí también me gustaría ser fuerte, simplemente, tener valor para vivir. Pero lo cierto es que no lo soy, yo no soy fuerte, yo lloro a la primera, me rindo a la segunda, y no venzo a la tercera. No soy capaz de pasar de lo que la gente me dice, no me atrevo a ser yo misma sin pensar en el qué dirán. Yo me caigo dos, tres, cuatro veces con la misma piedra y me lamento por mis mil y un errores. Yo no tengo valor para vivir. 
A mí también me gustaría ser esa chica a la que todos admiran, con la que nadie se mete y a la que todos defienden. A mí también me gustaría tener una familia de esas que parecen perfectas, inseparables. A mí también me gustaría poder volver, aunque solo fuera cinco minutos, a mi infancia, donde todo estaba pintado de color de rosa. A mí también me gustaría no recordar una y otra vez el pasado, pasar página, cerrar el libro, centrarme en el presente y no preocuparme por el futuro. A mí también me gustaría ser esa clase de persona con tan sólo dos o tres defectos, pero no lo soy. Yo no soy nada de lo que quiero ser, no soy perfecta, lloro por tonterías, me hundo en los baches menos profundos y me ahogo en un vaso de agua. No soy ninguna estrella de Hollywood, no tengo ninguna familia perfecta, no soy capaz de pasar la página en el libro de mi vida. 
A mí también me gustaría ser fuerte, dejar de sufrir.
Pero, dicen que cuanto más sufres, más fuerte te haces.

Perfectamente imperfecta

"No quiero ser perfecta, no quiero tener la madurez de un adulto ni tener las ideas claras, no quiero seguir una aburrida rutina, no quiero hacer las cosas como hay que hacerlas y que todo salga perfectamente bien, no quiero no tener defectos ni fallos, no quiero comprender cómo son las cosas ni entender por qué tienen que ser así, quiero cambiarlas y hacerlas a mi manera y a mi estilo, quiero vivir la adolescencia, quiero experimentar y ser feliz a mi manera, quiero descubrir cosas nuevas, quiero equivocarme para luego aprender de mis errores, quiero sacarle partido a la tristeza para luego sonreír. Quiero gritar, saltar, correr, vivir aventuras, hacer locuras. Quiero mil cosas que un adulto jamás lograría comprender. Quiero vivir esta etapa de mi vida, y quiero vivirla siendo perfectamente imperfecta".

Gracias mamá

Ella era tan normal, tan igual a los demás, pero
a la vez tan diferente, tan especial… A sus once años creía que nada era
imposible, que todo se podía lograr con esfuerzo y constancia, pues es lo que
siempre le decía su madre. Miraba por la ventana y su rostro se reflejaba en el
cristal como se reflejaba la luna en el mar. Sus ojos verdes, su tímida
sonrisa, su cabello rubio… Todo le hacía ser una niña realmente especial. Tenía
un sueño, un sueño que algún día se cumpliría. Tenía valores, tenía creencias,
tenía fe, amaba a los demás como se amaba a sí misma. Jugaba, reía, valoraba la
vida y la vida le regalaba esos momentos. No tenía padre, pues murió cuando era
pequeña, pero ella sabía que la quería y que en algún lugar del cielo estaría
mirándola y protegiéndola. Era generosa, siempre ayudaba, siempre daba sin
recibir nada a cambio. Nada podía cambiarla, no se dejaba influir por nadie,
sabía exactamente quién era. Era paciente, uno, dos, tres días, una semana…
Siempre estaba ahí, esperando a lo que tuviera que llegar, como el primer día,
como el primer instante. Y para cuando estaba triste, su refugio era su madre. Ella
la mimaba, la consolaba y le retiraba las lágrimas del rostro. Era fuerte, se
agarraba para no caerse y cuando se caía se levantaba. Hasta que la vida la
traicionó. Hasta que su madre le dio esa noticia que le rompió el alma en dos.
Hasta que sintió que no todo es posible, cuando sientes que se te acaban las
fuerzas y que ya nada tiene sentido. Cáncer, una palabra que se le clavó en el
corazón como un puñal. Una puerta cerrada en la salida, una piedra tan pesada
que no se puede levantar. El punto al final de una frase, la oscuridad en el túnel.
Sin escapatoria. El final. Sentía que incluso a su madre le dolía más que a
ella, que querría cambiarse el lugar y ser ella la que tuviera la enfermedad.
Cada día, cada lágrima, cada abrazo… Nada parecía real, todo parecía una
pesadilla de la que jamás se despertarían. Pero el amor todo lo vence, y con
amor entre ellas nada más importaba, pasara lo que pasara eso era lo más
importante. Fuerza y más fuerza para seguir hacia adelante. Sabían que la
respuesta no era huir, que era afrontarlo y luchar. Sabían que se tenían la una
a la otra. Fueron a distintos médicos, durante meses, a veces mejoraba, a veces
empeoraba, y a veces se quedaba igual. Si algo quería de verdad más que
salvarse, era cumplir su sueño. Era ya lo único que necesitaba. Pero sabía que
sin la ayuda de su madre no lo conseguiría. Un año, dos, tres años. Cada día
luchando, cada día sembrando esperanza para luego recogerla. Cada día llorando
y riendo, cada día recordando y olvidando. Ya lo tenía casi asimilado, pero a
los catorce años se crece, se madura, se ruega a la vida que te deje vivir, y
aún más en la adolescencia. Si algo seguía vivo en ella era su sueño. Y un día,
cuando menos se lo esperaba, ahí estaba el tren de los sueños, delante de
ella. No se lo podía creer, su sueño se
había cumplido, su grupo de música favorito estaba delante de ella y le cantó
su canción favorita. Ella cantaba a la vez y todos miraban aplaudiendo. Le
encantaba ese grupo por su nombre, por sus canciones, y porque a ella también
le gustaría viajar en un tren donde se le cumplieran los sueños. Supo
perfectamente que fue gracias a su madre. Y con eso bastaba, algo tan simple,
puede llegar a hacer tan feliz… Y se fue feliz, descubrió definitivamente que
nada es imposible, tal y como le decía su madre, que los sueños se pueden
cumplir. Ahora iba montada en aquel tren de los sueños, llegando a la estación
donde la estaría esperando su padre con los brazos abiertos. Todo se lo debía a
su madre, le dio la vida y ahora por dos veces. Ahora nada ni nadie, ni
siquiera el cáncer, podría evitar que siguiera viva y feliz junto a su padre en
aquella estación llamada cielo.

Empezar de cero

A veces todo nos parece demasiado, cualquier tontería nos hace llorar, e incluso nos enfadamos por cosas que a la semana siguiente nos hacen reír. A veces creemos que ya no podemos más, que nos hemos quedado sin fuerzas, como si tuviéramos pilas y se nos hubieran gastado. Hay veces, que pensamos que es el final. Pero os diré una cosa, nada es para siempre, no esperéis que todas las promesas se conviertan en promesas cumplidas, ni soñéis demasiado para luego desilusionaros al comprobar que la realidad no coincide con los sueños. Lo único infinito que hay son los números, eso ya lo sabemos todos, y de la única persona que te debes fiar, es de ti mismo. Llora, húndete, piensa que la vida no vale una mierda, no pasa nada, todo esto forma parte de ella, pero cuando estés metido en el hoyo, acuérdate de que tienes que salir, acuérdate de que no puedes permanecer toda tu vida enganchado a alguien que no te merece y que no te quiere, recuérdate a ti mismo lo mucho que vales, la dignidad que tienes, acuérdate de que tienes que salir de ese hoyo, sacudirte, curarte las heridas y seguir hacia delante, acuérdate siempre, pase lo que pase, de que nunca es demasiado tarde para empezar de cero.

Hasta que creces

No pensaba en heridas, tan sólo en las que me salían en las rodillas al caerme. No pensaba en lo que era un corazón roto, ni en lo que era una desilusión. No sabía lo que era el dolor, ni la ira, ni tampoco el rencor. No pensaba en lágrimas ni en lo que era una traición. Era feliz, a mi manera, lo era. Solía jugar con muñecas y juguetes, sin pensar en que yo también sería el juguete de alguien. Solía correr hasta quedarme sin aliento, sin saber que después no sería capaz ni de caminar hacia delante. Solía soñar y soñar hasta quedarme dormida pensando en que al día siguiente todo se cumpliría. Solía creer en los cuentos de hadas, en los para siempre, en la magia. Hasta que crecí. ¿Por qué cuando somos pequeños queremos crecer? Crecer es un asco. Es descubrir qué se siente al tener el corazón roto, descubrir la desilusión, la ira, el dolor y el rencor, tener otras heridas más a parte de las que te salen en las rodillas al caerte. Es llorar noche tras noche. Ser el juguete de alguien. A veces no ser capaz de seguir hacia delante. Dejar de soñar pensando que los sueños, sueños son. Es descubrir que ni los cuentos de hadas son reales ni la magia existe, que todo tiene truco. Es darte cuenta de que nada es para siempre, y que lo único infinito que hay son los números. Todo es bonito y alegre, todo es más fácil y mejor, hasta que creces.

Aprendí

Tras fuertes caídas, sueños rotos, traiciones, mentiras, verdades dolorosas, trenes perdidos, ilusiones olvidadas, promesas incumplidas y tras todas las lágrimas que brotaron de mis ojos, al final, aprendí. Sí, aprendí a ser valiente, a dar la cara cuando había que darla, a defender a personas que lo necesitaban y a no sentir miedo por nada ni por nadie. Aprendí mucho sobre la dignidad, como que cuando uno tiene dignidad, no agacha la cabeza ante nadie. Aprendí a no estar allí donde no se me quería, y a olvidarme de aquellas personas que se olvidaban de mí. Aprendí a levantarme por mí misma, sin tener que agarrarme a nada de por alrededor. Aprendí a afrontar mis errores y a aprender de ellos, aprendí a apartar la piedra del camino antes de tropezar con ella por segunda vez. Aprendí a correr sin pararme, a ser todo lo libre que podía ser, a ser responsable de mis actos y a sentirme igual de importante que todos los demás. Aprendí que la crítica es producto de la envidia, que quien se queja de lo que dicen o hacen los demás, es porque en el fondo le gustaría ser como esa persona. Aprendí a pensar antes en mí, a no dejarme llevar por las necesidades de los demás cuando ellos no se dejan llevar por las mías. Aprendí a dejar atrás el pasado, a aquellas personas que no se portaron nada bien conmigo. Aprendí a no mirar a la cara a esas personas que no me la miraron a mí, a no saludar a las personas que no me saludaron. Aprendí a ser yo misma sin importarme lo que pensaran o dijeran los demás al respecto. Aprendí a ver con los mismos ojos a todas las personas, menos a aquellas que solo tienen ojos para ellos mismos. Aprendí que es mejor estar sola que mal acompañada, porque el riesgo de sufrir es mucho mayor estando mal acompañada que sola. Aprendí a regalar sonrisas a las personas que me las regalaron, y aprendí a ponerle mala cara a las personas que me la pusieron. Aprendí a distinguir a los buenos amigos y a los malos, a quedarme con aquellos que verdaderamente merecían la pena. Y lo más importante; aprendí a ser fuerte. Sí, soy más fuerte, y ahora ya no me rindo fácilmente.