miércoles, 29 de julio de 2015

Cuando era pequeña

Cuando era pequeña solía creer que en el armario habitaban los monstruos, que cuando lo abriera iban a aparecer asustándome con sus espantosos dientes y sus zarpas puntiagudas. Solía creer que existía ese lugar tan bonito coloreado del verde de las plantas donde habitaban las hadas más hermosas. Solía creer que algún día Peter Pan abriría la ventana de mi cuarto para llevarme al país de Nunca Jamás. Solía creer que alguna vez mi hada madrina también me regalaría un precioso vestido con el que iría a las más lujosas de las fiestas. Solía creer que yo también conocería algún día a siete enanitos muy amables que serían mis amigos. Cuando era pequeña soñaba con tener una manta voladora con la que ir a todos los sitios que quisiera, de hecho la pedía en algún que otro cumpleaños. Recuerdo que cuando iba al parque observaba con atención a mi alrededor por si aparecía algún conejo blanco con un reloj en la mano. Como nunca aparecía, buscaba en todos los árboles un hueco por el que poder tirarme para luchar contra la Reina Roja, pero nunca había ninguno. A veces iba a la playa y me ponía a nadar como una sirena, pensando que a lo mejor así me convertiría en una de ellas, para poder llegar a lo más hondo del océano y hacerme amiga de un divertido cangrejo. A veces creía a mi madre cuando me decía que era una princesa, y a veces me encantaba ponerme coronas.
Cuando era pequeña, solía soñar que mordía una manzana envenenada, o tal vez que me pinchaba con una aguja hechizada, y que luego el valiente y hermoso beso de un príncipe me despertaba. Solía creer que los príncipes azules existían y que alguna vez alguno de ellos me subiría a su precioso caballo. Me hice mayor, me desperté del sueño, y dejé de creer en las cosas que aún sigo esperando sabiendo que nunca van a pasar. 

sábado, 25 de julio de 2015

Palabras de una incomprendida

No quiero divertirme, no quiero experimentar, no quiero ser igual a los demás, no quiero hacer cosas que se suponen que son las que se hacen a mi edad, no quiero destacar y llevarme todos los aplausos del público, no quiero ser la mejor por tener una cara bonita y un cerebro hueco, no quiero ser la princesa de un príncipe azul ni vivir en el castillo más bonito del mundo, no quiero ser el hada de ningún cuento feliz, no quiero desfilar en las mejores pasarelas y que todas las miradas masculinas se dirijan hacia mis curvas. No quiero tener muchos chicos a mis pies, quiero tener un hombre a mi altura, quiero querer a alguien y que alguien me quiera, de verdad. No quiero que todo se resuma en un juego y que gane el que mejor mienta, quiero que se resuma en un juego en el que ambas partes ganen por decir la verdad, por el amor que realmente existe. Quiero querer de verdad y quiero sentirme igual de querida. Quiero tomarme las cosas en serio y quiero estar al lado de alguien toda la vida. Quiero arriesgar por alguien y que alguien arriesgue por mí. Quiero darlo todo y que me lo devuelvan. Quiero que alguien me entienda con sólo mirarme, que una mirada reemplace las mil palabras que nos queramos decir. Quiero coger a alguien de la mano para que tire de mí hasta llevarme a algún lugar donde estas palabras tengan tan sólo algo de sentido. Quiero ser yo misma y que me quieran por eso, no por quien aparento ser o por quien dicen que soy. Quiero significar algo de verdad en la vida de alguien. No quiero el desayuno en la cama cada mañana, no quiero un ramo de flores ni una cena romántica cada noche, no quiero velas que se apaguen al rozarle el viento, no quiero tener con alguien un breve cuento para después leerlo mil veces. No quiero palabras bonitas ni regalos materiales. Quiero hechos, quiero besos, quiero abrazos, quiero miradas, quiero gestos, quiero caricias, quiero una historia, una historia que a diferencia de las demás, no tenga final. Quiero algo de verdad y no algo fingido. Quiero descubrir el verdadero significado del amor, y quiero la versión original.

miércoles, 22 de julio de 2015

A un desconocido

Hubo una vez en la que decidí complicarme la vida por amor. Una vez en la que fui yo la que decidió meterse en el lío de enamorarse. Nadie me pidió que lo hiciera, el sentimiento no vino sin ser llamado como siempre, yo lo llamé, yo lo busqué, yo sola fui la que quise complicarme la vida enamorándome de un desconocido, y la verdad, no me arrepiento, porque hoy es un capítulo más en el libro de mi vida.
No lo conocía, no sabía nada de su vida, ni siquiera su nombre completo, pero había algo en él que nunca supe que era, pero que me hizo jugármela por él. Había algo que me unía a él más que a nadie, como si ese algo fuera un imán y nosotros fuéramos los polos opuestos. Él norte, yo sur.
La verdad es que me dio igual no conocerle, me daba igual cualquier cosa que pudiera convencerme de no enamorarme de él, me daba igual todo porque por él lo arriesgaba todo, así porque sí, sin ninguna explicación. Simplemente me arriesgaba y me la jugaba por él.
Creo que lo que tuvo que ver para que me volviera loca por él fue que lo que no consiguieron mis amigos hacer conmigo en meses, él lo consiguió en dos días. Era demasiado para mí. Era mi apoyo y a la vez mi perdición. Me llenaba de dudas y a la vez me hacía mantenerme firme en mi decisión de arriesgarme por él. Sabía lo que me jugaba, sabía lo que podía perder, pero también lo que podía ganar, y fueran cuales fueran las oportunidades de ambas cosas, yo me arriesgué.
Lo cierto es que no quería darle el capricho al destino de no intentarlo por lo menos, quería ser valiente, no quería darle ese capricho a la vida de acobardarme ante ella.
Decidí abrirme a lo que pudiera pasar, a quien pudiera aparecer en mi vida. Me pasó él, él apareció en mi vida.
Admito que estaba loca, por arriesgarlo todo por alguien que no conocía, pero era él quien me volvía loca, y si yo estaba loca, quería que él también lo estuviera, para poder hacer locuras juntos. Y eso hice, todo lo posible para intentarlo.
Sin saber cuál era en realidad su intención, ni qué era lo que de verdad quería de mí, pero lo hice. No quería casarme con él pero tampoco quería que no pasara nada entre nosotros y perderle así sin más. Quería intentarlo, de verdad quería arriesgarme. Y fue por eso que le dije que le quería, y no sé por qué fue, pero él también me lo dijo.
Me preocupé porque pensé que lo que sentía por él superaba sus límites, él ya superó los míos, me superó a mí, y me pudo, realmente me pudo, y por eso ya no me importaba sobrepasarlo todo por estar con él.
Y si ese día, en ese instante, no me hubiera vuelto loca como para arriesgarme así, ahora no podría recordarlo con una sonrisa en los labios.
¿Mi consejo? Atrévete a soñar. Atrévete a intentarlo. Arriesga por amor, aunque sea un desconocido o sólo lo conozcas de un día. Sólo así podrás conseguirlo. Y créeme, luego merece la pena, porque, apareció él y todas las canciones de amor tuvieron sentido.

sábado, 11 de julio de 2015

Compositora de sueños

Me gustaría ir a la playa y ponerme a andar hacia el mar hasta perderme en el horizonte.
Me gustaría viajar a la luna y quedarme a vivir en ella.
Me gustaría convertirme en un pájaro para poder volar.
Me gustaría ser tan alta como una jirafa para poder verlo todo.
Me gustaría ser una roca para conocer la historia más antigua.
Me gustaría ser una mariposa para poder meterme por los huecos más pequeños.
Me gustaría volver a ser pequeña para evitar los errores que he cometido de mayor.
Me gustaría coger un tren sin mirar su destino y viajar hasta la última estación.
Me gustaría ser una estrella para que todos me vieran desde La tierra.
Me gustaría ser un planeta para flotar en el universo.
Me gustaría ser un pez para poder respirar debajo del agua.
Me gustaría quitar el hambre del mundo.
Me gustaría salir de un avión en pleno vuelo para tocar las nubes.
Me gustaría ser el viento para viajar a kilómetros por hora y por todos los lugares del mundo.
Me gustaría ser un animal para no entender de guerras.
Me gustaría ser música para que todos me admirasen.
Me gustaría ser un ángel para poder ver a mi abuelo en el cielo.
Me gustaría ser una flor para poder florecer.
Me gustaría correr durante horas a donde me llevase el destino, sin pensar en cómo volver luego.
Me gustaría ser el sol para iluminar al mundo.
Me gustaría ser el agua del mar para viajar en tranquilidad.
Me gustaría ser compositora de sueños para que se hicieran realidad.
Me gustaría tener alzheimer para no recordarte nunca más.
Me gustaría ser magia para hacer un conjuro y sacarte de mi cabeza.
Me encantaría quererte un poco menos

viernes, 10 de julio de 2015

Éramos niños

Alguna vez fuimos niños, y de hecho lo éramos. Éramos niños jugando todo el día, niños rodeados de balones y muñecas, niños que no corrían de miedo, pero sí huyendo de alguien, del que te iba a pillar. Niños que no gritaban porque se asustaban, sino para ver quién gritaba más alto. Éramos niños que cuando iban a un bar, y todo el mundo ya se había terminado su bebida, mezclaban los restos echándolos en un mismo vaso, y luego siempre estaba el típico valiente que se atrevía a probarlo. Niños que a los cinco minutos de discutir ya estaban jugando otra vez juntos. Niños a los que les encantaban los zumos de piña y las piruletas. Niños a los que el llanto les duraba tres minutos y luego sonreían como si nada. Niños que hacían eso, cosas de niños.

¿Dónde queda eso ahora? ¿Cuáles son nuestros juegos ahora? ¿Dónde están los balones y las muñecas? ¿Cuáles son nuestras razones ahora para correr y gritar? ¿Seguimos mezclando los restos de las bebidas con la misma intención que antes, o simplemente, seguimos haciéndolo? ¿Cuánto nos duran las discusiones ahora? ¿Nos olvidamos de ellas tan fácilmente? ¿Qué son ahora para nosotros los zumos de piña y las piruletas? ¿Cuánto nos dura el llanto? ¿Hacemos cosas de niños todavía?

Nuestros juegos ahora son joder al más débil y hacerle daño al que menos se lo merece sin ninguna razón. Los balones y las muñecas están en lo más hondo del baúl de los recuerdos. Corremos y gritamos por muchas razones, pero no con la inocencia de antes, al igual que mezclar los restos de las bebidas. Las discusiones nos duran horas, días, semanas, meses, años, y no nos olvidamos de ellas. Los zumos de piña son ahora malibú con piña y las piruletas, cigarrillos. El llanto nos dura una eternidad y nos corroe por dentro. Ya no hacemos cosas de niños, porque no lo somos, y aunque forma parte de la vida, a mí me da pena ver el cambio que hemos tenido.

Abuelo

Abuelo, padre de mi madre,
abuelo, que tú me diste tu sangre,
mil historias me contabas antes de dormir,
mil historias que nunca me cansaba de oír.

Abuelo, profesor de mi vida,
abuelo, gracias a ti yo aprendía,
me enseñaste a luchar por lo que quiero,
logré con tu ayuda levantar muchas veces el vuelo.

Una mirada y mil sonrisas por tu alma,
una rosa y mil claveles te doy con todas mis ganas,
por ti rezamos tu familia con corazones sinceros,
cada noche y siempre desde aquí al cielo.

Gracias por darnos la vida,
gracias por habernos acompañado,
siempre aquí y cada día,
jamás te olvidamos.




miércoles, 8 de julio de 2015

Copos de nieve (2º parte)

-Denis.
-¿Qué?
-Que mi nombre es Denis.
Zoe no pronuncia palabra alguna, tan sólo inspira aire, el cual está tan frío que siente que se le congelan las fosas nasales, reduciéndose a diminutos tacos de hielo que luego llegan a entrar dentro de sus pulmones, los cuales son para entonces un auténtico glaciar.
No puede creer que por fin se haya dignado a decirle cuál es su nombre, y no entiende por qué no lo ha hecho antes, porque la verdad es que es el nombre más bonito del mundo entero, o quizás piensa que lo es porque él es el chico más bonito del mundo, o al menos, el que más le gusta, el único que le ha gustado en sus dieciséis años de vida, quien le ha enseñado que ese amor a primera vista del que todos hablan verdaderamente existe, y que realmente se puede llegar a amar a alguien en semanas, o incluso en días. Y lo cierto es, que justo en el momento en el que él pronunció la palabra Denis, sintió que junto a él, no existía el peligro, ni las cosas malas, ni tan siquiera el dolor o la tristeza. Sintió que junto a él ya podía estar segura siempre, y que sólo existía la alegría, las cosas buenas, la aventura y por último y aunque no menos importante, el amor.
Le había dicho cuál era su nombre, pero no le había contado el por qué de las miradas tan extrañas de la gente hacia ella cuando está con él.
Se lo intenta preguntar, pero justo cuando él sabe que ella va a hablar, se da la vuelta y sale corriendo, empujando a la gente si es necesario para poder ir más rápido, y aunque ella no le ve la cara pues está ya muy lejos, sabe que por ella están resbalando las lágrimas que caen de sus ojos, no sabe cuál es el motivo, pero sabe que es así, y no le queda más que volver a casa de su abuela con la duda, y con el sentimiento de culpa por haberle hecho llorar, aunque sin haberle dicho nada.

Pasó una semana y no lo vio, tan sólo en su mente cuando cerraba los ojos. Cada día se seguía preguntando por qué a todo, seguía haciéndose cientos de preguntas que por el momento no tenían respuestas. No sabía dónde buscarle, no sabía cómo llamarle, todas las noches se despertaba gritando en sueños, a veces en pesadillas, quería ponerle su cara al rostro de la gente, pero era imposible. Cerraba sus ojos y decía en su mente mil y dos mil veces su nombre, pensado que cuando los abriera se lo encontraría de pie de brazos cruzados, con esa irresistible sonrisa que producía terremotos y esos ojos con mezcla azul y verde capaces de provocar incendios. Pero lamentablemente, nunca era así. Siempre que abría los ojos lo único que veía era el dichoso reloj con su tic tac de siempre.

Y un día sin más, al despertarse, se lo encontró allí, en su cuarto, pero no sonreía, estaba muy serio, y ni siquiera se atrevía a mirarla a los ojos. Ahí no le quedó otro remedio que hablar.
-¿Qué te pasa?
-Tú, tus ojos, tu mirada, tus labios, tu sonrisa, tu alegría cuando observas, tu entusiasmo cuando hablas. Tus muñecos de nieve, los copos de nieves enredados en tu pelo. Tú.
Y por un momento, Zoe siente que va a llorar, pero no de dolor, ni tampoco de tristeza. Se vuelven a mirar a los ojos, y justo antes de que se produzca un nuevo incendio, cae en la cuenta de algo.
-¿Cómo has entrado?
Ahora Denis la mira abriendo mucho los ojos, traga saliva notablemente, y a continuación, la coge de la mano.
-Zoe, esa es una de las razones por la que la gente te mira tan raro cuando estás a mi lado.
-No lo entiendo Denis. No te entiendo.
La vuelve a mirar, pero esta vez cierra los ojos, busca en su bolsillo y le entrega una hoja de periódico arrugada. Antes de dársela, le aprieta la mano.
-No puedo ocultártelo más, Zoe.
Y ahora sí lo ve llorar, ahora sí puede ver de cerca sus lágrimas, y ahora sí siente dolor, porque sabe que esas lágrimas son por ella.
Aparta la mirada y la dirige hacia la hoja de periódico, procediendo a estirarla, y posteriormente, a leerla.
-No me lo puedo creer Denis. ¿Éste eres tú?
-Sí Zoe, soy yo.
-Pero...
Entonces a Denis no le queda más remedio que llevarla al salón con su abuela, cuando ella aparece, empieza a hablarle, a gritarle incluso, pero la abuela no le responde, ni siquiera le mira... Tan sólo le habla a Zoe, diciéndole:
-¿Por qué estás ahí parada mirando a la nada con la boca abierta? ¿Algo pasa?
Zoe siente que se muere, que es imposible lo que está pasando, siente como si estuviera de pie en mitad de un campo de guerra en plena batalla, y que todas las balas van hacia ella, impactándoles directamente en el corazón. No le encuentra sentido a nada, ni mucho menos a que haya una noticia en el periódico donde dice que un chico de dieciséis años de edad, llamado Denis, de París, murió hace seis meses por un grave accidente.
Corre rápidamente hacia su cuarto y se echa a llorar en su cama, Denis no se va, y entonces sin más empieza a gritarle como una loca.
-¡¿Y por qué yo soy la única que puede verte?! ¡¿Por qué sólo yo te puedo tocar?!
-Porque me quieres. Porque te quiero.
-¿Cómo vas a ser un espíritu, o un fantasma? Porque sinceramente ya no sé lo que eres.
-Soy un alma enamorada. Enamorada de la tuya. Zoe, te conozco desde que nacimos, cuando teníamos tres años jugábamos en la nieve, nos encantaba ver caer los copos de nieve juntos. Luego te fuiste y no supe más de ti, le pregunté a tu abuela pero no quería decirme nada para no hacerme daño. Nunca me olvidé de ti. Siempre estuve pensando en esa niña llamada Zoe que se fue llevándose mi corazón con ella, siempre, en todos estos trece años. Hasta que ese autobús me atropelló y fallecí, no se por qué pero me levanté de la cama del hospital con mi cuerpo, aunque veía mi otro cuerpo tumbado en la cama, me asusté mucho, y más cuando salí al pasillo y me puse a gritar y nadie me escuchaba ni me dirigía la mirada. Ahí lo entendí todo, todo menos la razón por la que seguía existiendo aunque no vivo. Me acordé de ti, fui a casa de tu abuela, entré traspasando la puerta, como hice antes, encontré una foto tuya de mayor, y entonces también entendí por qué seguía existiendo. Para encontrarte y decirte todo lo que nunca te dije antes. Que te amo, que te amo con toda mi alma y que siempre estuve enamorado de ti, y si tú eres la única que puede verme y tocarme, es porque me amas tanto como yo te amo a ti.

Zoe definitivamente se queda sin palabras, se levanta de la cama y corre hacia sus brazos.
-Es cierto que te amo Denis, te amo con todo mi corazón. Y claro que ahora me acuerdo de ti. Ahora lo entiendo todo, pero, ¿sabes?, me da igual.
-¿Cómo que te da igual?
-Me da igual que tu cuerpo esté en otro lado, muerto, sin alma, me da igual que seas un espíritu y que nadie crea que existes. Yo necesito estar a tu lado.
-Zoe, escúchame, no estoy vivo, no podemos estar en esta situación eternamente, no podríamos casarnos, ni tener hijos. No podríamos tener una vida normal.
-Nunca la he tenido.
-Zoe, me tengo que ir, ya he hecho lo que tenía que hacer, no puedo estar así para siempre, entiéndelo, en un momento u otro, mi alma también se va a morir.
-Pues déjame quedarme a tu lado hasta que tu alma también se muera.

Y así fue, se quedaron juntos hasta que un día por la noche, mientras dormía, un aire cálido la despertó, sintió un beso en sus labios, y cuando pudo abrir los ojos, él ya no estaba allí, pero sin embargo su recuerdo y su amor, sí se quedaron siempre allí.

Volvió a Quebec, en un día en el que ya no caían copos de nieve, pero sin embargo, ella tenía más frío que nunca. Volvió a su casa y siguió con su vida normal, haciéndose a la idea de que Denis sólo había sido un extraño sueño del que ya había despertado, pero en el fondo de su corazón, durante toda su vida, ella siempre supo que Denis fue real, que nunca dejaría de estar enamorada de él, y que sus almas, muertas o vivas, estarían unidas eternamente.