viernes, 25 de diciembre de 2015

Mi coraje

Despierto. Me duermo despierta. Sueño despierta. Imagino historias, creo personajes. Confío en mi talento. Lo dejo todo y me dispongo a volver a imaginar, mil historias de cual final dudo, porque empiezo a entender en un día como cualquier otro, que los finales a veces tienen segundas partes.

En esta ocasión, entre las palabras de esta historia, más allá del cielo hoy más azul, del horizonte teñido del color del sol, del cada vez más inmenso universo. Más allá de todas mis ganas por vivir, de todas mis fuerzas y mis risas, enfrascado en un pequeño rinconcito que me pertenece, se encuentra mi coraje.

Hoy, en esta historia, recurro a él para exclamar cuánto desearía echar a correr de este mundo infernal, cómo me gustaría hacer las maletas y viajar a otro lugar, donde sólo viviéramos las personas que somos dignas de tener una vida decente. Exclamo con mi coraje cuán descontenta estoy con los hombres, la mayoría bastante astutos y de poco corazón; una combinación explosiva para la mujer.

Echo mano de mi coraje para resaltar qué tanta injusticia predomina en las leyes que rigen aquí la vida, aquí donde ya no existe la libertad, donde se han cerrado todas las puertas que nos quedaban abiertas para alcanzar la felicidad.

Con mi coraje levanto la mano y pido por aquellos niños que sólo deseaban ser niños, y nadie les dio esa oportunidad. Con mi coraje brindo por ese lugar diferente donde las cosas cambien, donde se trate a las cosas como cosas, y a las personas como personas, donde se respete, donde se ame.

Mi coraje me acompaña cuando digo que me da vergüenza el daño que causamos a nuestro planeta. ¡Cómo me gustaría empezar a cambiar por mí! Cuánto desearía ser mejor persona... Qué más me encantaría que todos nos viésemos con los mismos ojos, con unos ojos llenos de la bondad que hoy a todos nos falta.

Hoy mi coraje me acompaña en mi viaje, porque yo me voy volando a otro lugar, a un lugar donde se respete la dignidad humana, donde hombres y mujeres convivan en una tranquila armonía, donde inocentes no mueran y donde no haya necesidad de usar la palabra culpable.

Me voy allí donde las armas, sólo sean el amor y el cariño, y las bombas, meras representaciones de la generosidad. Mi segunda parte empieza en ese lugar, mis historias terminan allí. Vivo allí, y muero allí. Mi coraje se vuelve a enfrascar allí. Viaja allí. Se queda allí. Me quedo allí.

Si fuésemos valientes

¿Qué podría decirte a ti, mi amor? ¿Qué te diría que no supieras? Tú bien me conoces. Sabes cuánto te quiero. Mi querido y amado abuelo. ¿Qué puedo decirte de esta vida? Tendrías que decirme tú sobre la vida del cielo. Aquí abajo ya sabes cómo suelen funcionar las cosas. El sol sale y la luna se esconde. El viento sopla y las plantas bailan. Algunos van y otros vienen mientras el tiempo sigue dándole vueltas al condenado reloj.

Sigo creciendo, cada vez me hago más mayor, y no dejo de pensar en ti. Bien sé que a ti no te gustaba esta vida, bien sé cuán falta hace esa justicia que tú siempre reclamabas. Esa solidaridad que ya pocos tienen. Me duele que no hayas podido vivir en un mundo mejor. Me lastima saber que te has ido sin que me de tiempo a poner tan siquiera mi granito de arena para conseguirlo. Porque yo sigo creyendo que se puede conseguir, ¿sabes abuelo? Si fuésemos valientes...

Si algún día pudiera ser tan valiente como tú fuiste, si todos se hubiesen fijado en ti cuando podían... Créeme, yo sigo apostando por un nuevo día, por un mañana que nada tenga que envidiarle al hoy del mundo en el que vivimos. Lo haré por ti, bien segura estoy, que nada podrá conmigo, que leeré mil libros antes de morir, que habré escrito dos mil. Haré todo aquello que me gusta, seré feliz y si todos nosotros fuésemos valientes... Abuelo, te prometo que yo seré valiente, todo lo que tú me enseñaste a ser, lo seré abuelo, y siempre.

Voy a contribuir en el mundo de aquí abajo, y cuando pueda también ayudaré al de arriba. No quiero que sufras. Quiero que estés bien donde quiera que estés. Y quiero que tú también seas feliz por mí.
Algún día seremos valientes, no temas abuelo, mi querido abuelo, que este mundo cambiará, por mí o por alguien, de la mano de un milagro quizás, aprenderemos a ser valientes y a luchar por un mundo mejor. No temas abuelo, que yo eternamente velaré por ti.
                                 
                                                                      Mi querido y amado abuelo

Llévame de la mano

Parece que va a llover. El cielo empieza a añorar tu presencia, mis ventanas lo acompañan. Mi cama empieza a echarte de menos, mi vista me traiciona con las espesas lágrimas que retienen mis ojos.

Parece que voy a llorar. Mi cuerpo se estremece bajo las sábanas que marcaste con el sello de tu piel antes de marcharte. Las cuatro paredes entre las que estoy retenida cada vez se buscan más, cerrando el espacio en el que me encuentro. El aire que respiro sale de mis pulmones hacia abajo de mi puerta, y cada vez me cuesta más inspirar aire nuevo.

Parece que es cierto que te has ido para siempre. Mi almohada se hunde por el peso de mis recuerdos y por el pesar de mi llanto, el café que me tomo tiene un sabor amargo difícil de descifrar. Veo tu foto impedir que cierre mi cajón, veo mi alma rota descansar en el suelo.

Parece que nunca volverás. Me pongo la bufanda y mis guantes, y vuelvo a salir en busca de lo que nunca volverá a mí. ¿Cómo voy a encontrarte si veo tu alma en cada rincón, en cada lugar al que miro? Si tu mirada está en el aire, si tus besos permanecen tatuados en mi piel, si tu tacto sigue presente en mi memoria.

¿Cómo voy a encontrarte, si tú siempre estás aquí, a mi lado, aunque no pueda demostrar tu presencia? Dime cómo he de ser fuerte, dime qué debo hacer para ser valiente y no seguir andando, quitarme la bufanda, olvidar mis guantes, y volver a casa sin tu recuerdo, sin la necesidad de que vuelvas a rozar mis labios con los tuyos y llevarme de la mano al lugar donde solíamos soñar, a veces despiertos, a veces dormidos en nuestro propio sueño. Ven y llévame de la mano a donde estés.

Dime cómo he de afrontar que la gente sigue siendo la gente, que las calles están mojadas, y que mi vida continúa. Camino entre tantas personas que no son tú, que me miran diferente a como me miraban tus ojos, hace tanto frío, estoy tan perdida... Mis pasos se confunden y voy perdiendo el rumbo. Pero sigo buscándote, en los bancos, en las aceras... No estás. Nunca estás.

Soy consciente de mi ingenuidad. Soy consciente de que a veces puedo ser tan estúpida... Sé que no debo soñar con tu regreso. Pero eres parte de mí, vives en mi corazón, y aunque pasen siglos, tormentas, aunque los mares se sequen y el mundo se muera, aunque yo finalmente algún día me muera, tú siempre seguirás siendo mi razón de ser, y mi motivo de haber sido. Mi más preciado tesoro. Mi ilusión de amar, mi argumento perfecto para seguir amando mil años después.

                                                                                                                   Tú, mi vida.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Tenemos una cita en Helsinki

He cerrado el libro por la página cuatrocientos cincuenta y ocho, justo esa en la que están escritas con tinta fuerte y concisa las últimas palabras que ella pudo decir antes de que él la besara. Las páginas se han ido resbalando una sobre la otra hasta caer rendidas por el peso de las dos duras pastas que descansaban a su espalda.

He dejado caer el libro ya cerrado sobre las gruesas mantas que le quitan el frío a mi cama por las noches. El viento ha soplado fuerte contra mi rostro cuando he abierto la ventana y todos mis fantasmas se han ido a través de ella, diciéndome adiós con la mano, y he sido consciente de que ya nunca más iban a regresar a mi lado.
Los rayos del sol han empezado a calentar mi pálida y temblorosa piel cuando he subido las persianas mal bajadas.

Me has dicho que me quieres. Me has dicho que te importo. Tenemos una cita en Helsinki. Eso es lo único que me importa. Ese es el único motivo de la sonrisa que no deja en paz a mis labios.

El fuerte aroma de mi perfume se ha peleado contra el viento de mi habitación hasta aferrarse a mi cuello. Los mechones de mi pelo se han entrelazado con las púas de mi peine hasta soltarse en una perfecta y recta línea, y mi ropa se ha adherido a la perfección a cada poro de mi piel. Prescindo del sutil maquillaje y de mis valiosos tacones y me atrevo a decir que estoy lista para enfrentarme a mil y un huracanes, quizás unos pocos más de los que se podrían cruzar hoy en mi camino.

He apostado por coger el primer tren. He apostado por ir y llegar hasta ti cuando te he visto pasar, buscándome, necesitándome como te he necesitado yo toda mi vida. He apostado por soltar mi maleta y pasar de los 0 a los 10 kilómetros por hora para poder engancharme al cuello de tu camisa y susurrarte al oído que eres el ser humano más hermoso que existe en La Tierra.

Me ha faltado tiempo para romper esos centímetros de distancia que separaban a mis labios de los tuyos y te ha faltado tiempo para poner unos cuantos centímetros de distancia entre las suelas de mis zapatos y el suelo que allí nos sostenía.

Me falta tiempo para expresar lo que me haces sentir con sólo rozar mi piel y me falta tiempo de vida para estar contigo, porque, francamente, me he dado cuenta de que cien años sigue siendo un intervalo de tiempo realmente corto.