Ellos, tan fuertes por fuera, hechos de un molde, tendiendo a la despreocupación, los que no saben llorar. Nosotras, tan fuertes por dentro, somos de corazón, siempre de la mano de la planificación adelantada, las que sabemos reír aun cuando lloramos.
Si yo fuera hombre, sé que podría saber comprender mucho mejor lo que es amar a una mujer. Sabría mirarla, y no por encima del hombro. Sabría escucharla, pues sé lo que es hablar con lágrimas en los ojos, creyendo equivocadamente que él está apreciando el volumen de tus pupilas en ese mismo instante, y que quizás, se siente pirata navegando en los mares de tu mirada.
Si yo fuera hombre, acudiría a las palabras para hacerla sentir bien. Le regalaría libros por Navidad y un viaje por su cumpleaños. ¿El lugar? Indefinido. No conozco fronteras y tampoco dibujo límites. En nuestro aniversario le prometería una vida juntos, y una vida después, quizás ella comprendería por qué me atreví a prometérselo aquel día.
La haría reír con el simple fin de poder oír sus carcajadas mientras contemplo sonriendo cómo sus ojos se arrugan tornados de felicidad, y cómo sus mejillas acompañan la curva que sus labios dibujan en su precioso rostro.
La cogería de la mano, y no para lucirla a mi lado por la calle. Lo haría por el sencillo deseo de ser testigo del crimen que su suave piel comete, sólo siendo tan perfecta, tan digna de una caricia que le regale el amor más sincero, aquel que toda mujer se merece.
Si yo fuera hombre, me despertaría a las tres de la mañana, cuando ella estuviera llorando por el final de uno de sus libros, y le prepararía una taza de té caliente. La abrazaría contra mi pecho y guardaría
silencio para poder escuchar los latidos de su corazón.
Cuando la viera con sus amigas, no agacharía la cabeza, como tampoco intentaría evitarla cuando pasara por mi lado. Si la viera por la calle, no cruzaría la acera para encontrarme antes con mis amigos.
Si yo fuera hombre, no sería tan cobarde como para amarla en secreto e ignorara a la cara del mundo. La seguiría, le hablaría, le insistiría. No dudaría en conquistarla. Le haría ver que estoy enamorado de ella, y cuando ella se enamorara de mí, no la dejaría jamás para ir en busca de otra, que curiosamente y después de todo, no me amaría tanto como ella, pues un hombre, nunca es consciente de que abandona a quien lo ama de verdad.
Si yo fuera hombre, la besaría hasta el fin de mi respiración, sólo rozaría su cuello y acariciaría su pelo. Sería tan pequeño a su lado, pero ella me haría sentir tan grande con sus besos. Sería rehén de sus labios y cautivo de su loco amor, tan infinito como lo sería el mío.
Pero eres un hombre, y no puedes comprender qué se siente al comprender mejor y amar en serio a una mujer. No sabes escuchar, y no te importa el dolor. Los hombres ven el cuerpo de una mujer, y las mujeres ven el alma de un hombre. Los hombres disfrutan de las mujeres, y las mujeres se enamoran de los hombres.
Un día, sentí que el brillo de una mirada y de una risa destacaban entre todos los demás. Aquellos ojos, y aquella risa, me rodearon como si fueran brazos. Y me sentí bien, feliz, como nunca me había sentido. Pero eres un hombre, y por eso tú nunca has sabido que me enamoré de ti.
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