domingo, 22 de mayo de 2016

Una vida tan bonita

Los primeros rayos de sol anuncian el comienzo del día, dan la bienvenida entre tambores resonantes y palmadas abrumadoras a una nueva jornada, a momentos por estrenar e invitados por recibir. Abren puertas y cierran ventanas. Ponen el broche de oro a las segundas oportunidades y tronan a las nuevas esperanzas.

La luna, que a nada le tiene envidia, cede su silencio a las grandes ciudades. Calma el viento y si hace frío, abraza a las estrellas. Suelen mirarla, en ocasiones contemplarla entre escasas nubes que pasan a saludarla, que la envidian por ser tan bella y admirada. Ella es compañera de la noche y es la reina del cielo, incluso cuando deslumbra una estrella fugaz.

En ocasiones el mar hace de las suyas y canta suaves melodías que sólo los más soñadores son capaces de oír y entender. La espuma se sustenta de las olas, y las olas viven en la marea. Podría afirmar que el mar es la representación del paraíso. A veces, muchos se escapan y se refugian allí. Cuentan, que es algo habitual en ellos lanzar sus deseos enfrascados en botellas que nada saben acerca de a dónde van a ir a parar. El mar es el hogar de todos los deseos, y el lugar al que van los que sueñan, los que saben que es posible volar.

Por el contrario, en las calles abunda la nostalgia, los recuerdos olvidados, los sueños rotos. Pero al final del callejón sin salida, siempre encontrarás a dos personas que agracian los instantes de tiempo que la vida les ofrece para compartir sólo un par de besos más. Y es allí donde probablemente encuentres hojas bailando de la mano del viento, tal vez una pluma dormida sobre un banco gris, o la bruma de una historia de amor sobre un balcón. Canciones sonando y sonrisas que puedes ver a través de un cristal.

Los pájaros si quieren vuelan, y si quieren, cantan. Puedes disfrutar de ambos espectáculos en el gran escenario que encontrarás si te sientas en una de las sillas de la cafetería de la calle número cien, o dos mil. Puedes pedir un café, con o sin espuma, con su habitual humo o tal vez con algo de hielo, para variar. Si quieres, puedes acompañarte de unas gafas y unas cuantas páginas en blanco y negro de cualquier periódico.

Cuando caiga la noche, puedes salir a pasear. Puedes mirar a ese niño, que sólo a veces, te devuelve la mirada para recordarte que tu infancia permanece tatuada en tu memoria. O tal vez, puedes mirar a esa niña, la que se sienta al lado de las vías del tren, la que siempre sostiene un libro en sus manos, esperando a que alguien se siente a su lado y le enseñe a leer.

Cuando duermas, puedes intentar no caer en las redes de la madrugada, y sería conveniente que te pararas a pensar. Tantas cosas malas detestas, como tantas cosas buenas aun estando delante de ti ignoras. Tantas cosas que son tan pequeñas, pero son las que te dan la mano cuando el suelo te tienta a caer. Y tú, que vives bajo la luna y el sol, en compañía del mar. Tú, que eres esa persona que anda por las calles, que puedes ser la que se encuentre al final del callejón, como también puedes ser la que se siente en la cafetería, en el banco gris, o al lado de las vías del tren. Tú, eres quien me lo va a decir.
¿Puede existir una vida más bonita que ésta?



1 comentario:

  1. Oooh que bonito texto cual jilguero volando por el prado en primavera,que belleza en tus palabras,en tus letras y en tu expresión. Como me transmites arrenalina positiva, muchas gracias

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