He conocido a alguien, de ojos ilusionados, de sonrisa tenue pero firme, de manos cálidas como un sol de verano, de brazos que morirían por un último abrazo, de labios que sobrevivirían cien besos sin rasgarse. Alguien con quien hablar hasta tarde, alguien con quien reír sin necesidad de filtros, hasta que duela la mandíbula. De esas personas que cruzarían los siete mares, sobrevolarían desiertos y no volverían cansadas para arroparte y decirte “te quiero” antes de dormir. Pero lo que más me sorprende, es que he conocido una parte de mí a la que abandoné hace mucho tiempo y estaba convencida de que jamás volvería, esa parte testaruda que trata de olvidarte, rellenando cada hueco vacío de mi alma con tiras de pega que nunca sé cuánto durarán, porque en el fondo sigues siendo tú.
He conocido a alguien a quien le diré que no, porque no llevará tu nombre, porque por muy confortables que parezcan sus brazos jamás serán los tuyos, porque por muy infinitos que sean sus besos, jamás sus labios llevarán pintado arriba ese lunar, porque mi corazón terco te sigue guardando en el más escondido de sus huecos. He conocido a alguien que me ha hecho entender que da igual quien venga dispuesto a regalarme el mundo entero, si en ese mundo sigues sin estar tú. Alguien que ha puesto punto y final a cualquier intento de sacarte de mi corazón porque por fin me he declarado vencida en nuestra batalla de recuerdos. Porque nadie podrá darme un abrazo que recomponga mis piezas rotas, nadie podrá darme un beso que me haga temblar de miedo y felicidad al mismo tiempo, nadie podrá sacarme una sonrisa más sincera y nadie podrá quitarme esas tiras de pega para cubrir con sus manos mis huecos vacíos, nadie más que tú. He conocido a alguien y me he dado cuenta de que sólo por revivirnos otra vez, serías esa única persona a la que querría volver a conocer cada día de mi vida, y no me aburriría nunca. Que siempre vas a ser tú, incluso no siendo, y que nunca nadie más será.
No hay comentarios:
Publicar un comentario