"¿A que no eres capaz de subir estos diez escalones conmigo en menos de tres segundos?" Me preguntaste una vez, con esos ojos impostores que embaucan a cualquier ser viviente, y ahí estaba yo, inocente, cogida de tu mano y mirando hacia arriba con ilusión.
Primer escalón
Un par de cervezas en el bar de mi madre,
la espuma justa y la temperatura perfecta. Una charla que deja con ganas de más.
Segundo escalón
Estás muy enamorado de mí. Nunca antes habías conocido el amor. ¿Por qué no unir nuestras vidas al tan envidiado "para siempre"?
Tercer escalón
Presentaciones. Muchas presentaciones, de todo tipo. Planos en la mesa y planes en la boca. Todo un diseño del eterno infinito que nos queda por vivir.
Cuarto escalón
Diferencias, comunes, normales. Tú prefieres esto, yo aquello. Bueno, no pasa nada. Encontremos el punto medio y salgamos de aquí.
Quinto escalón
Empiezas a tirar para tu terreno. Echas los balones fuera. La culpa nunca te corresponde a ti, la razón, sin embargo, siempre. ¿No es un poco pronto para estar tan cansada? Pero tú tiras de mí y me obligas a subir uno más.
Sexto escalón
"El problema lo tienes tú", me dices. No me sé querer a mí misma. O quizás tú te quieras demasiado.
Séptimo escalón
Yo temblando de frío con pijama y una manta de invierno en pleno junio a las siete de la tarde en mi propia casa, llorando en la ventana, de lo mal que me siento por dentro desde que estoy subiendo escalones contigo. Tú, mientras, ves la tele.
Octavo escalón
Tu desprecio. Hablarme mal, no hablarme, quitarme del camino cuando estorbo, y literalmente, quitarme con una sola mano cuando solo quiero que me abraces. Dedicarte a tumbarte a mi lado y mirar para otro lado, hacer como si yo no existiera.
Noveno escalón
Tu inseguridad constante. Tu sesgo de confirmación. Creer que te engaño o te voy a engañar con otro. Lo que es peor, y lo que es el punto y final para mí, encontrarme con mis redes sociales en tu móvil. Invades mi privacidad.
Décimo escalón
Por fin comprendo de qué va todo esto. Tu plan es empujarme cuando lleguemos al último escalón, y no lo subo. Te suelto la mano, en el cronómetro pone 02:55 segundos, pero todavía estoy a tiempo de bajarlos todos antes de que llegue a tres. Y si no, que le jodan al tiempo. Empiezo a correr escaleras abajo, y cuando por fin llego a tierra firme, respiro con profundidad.
Jamás pensé que subir diez escalones de mierda, pudiese costar tanto. Gracias por enseñarmelo, porque ahora sé cuándo no merece la pena subir, y por quién merece la pena quedarse abajo. Adivínalo; por mí.
Sexto escalón: Resultó ser que al final sí que me quería a mí misma. Que te vaya bonito, y ojalá nunca, entre escalón y escalón, tengas la mala suerte de caerte.
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