miércoles, 28 de diciembre de 2022

Lecciones de vida

Yo siempre he estado muy equivocada con la vida ¿Sabéis? Traté de creer ciegamente en una que no tenía ningún sentido, una en la que todo fuera diversión, pasárselo bien, y donde todos fueran buenos amigos y amigos de todos, hasta que la real me dio la hostia más grande que he recibido nunca. Ahora entiendo que la vida no es una risa constante, que hay cosas que hay que trabajarlas, y momentos para todo. Entiendo que hay amigos de bares, y amigos reales. Ahora he entendido que en los momentos duros no va a venir nadie a salvarte porque esos te los tienes que comer tú solo y tener los putos cojones de sacarte a ti mismo adelante, porque esa es la vida, a la única persona que está claro que vas a tener siempre es a ti mismo. He entendido que a veces con quererse no es suficiente, que a veces hay que dar la cara, hablar las cosas y cuidar de la relación, porque si no no sirve para nada. Y he entendido que otras solo te vas a encontrar con palabras frías que corten más que el propio hielo, y entonces sabes que por mucho que quieras, ahí no es. He entendido que a la vuelta de la esquina te puedes encontrar muchas cosas buenas, pero tienes que aprender a encontrarte y salir de las malas. Que a veces la familia es solo cuestión de compartir sangre, y que ese cariño lo puedes encontrar sin embargo en el vecino de en frente, o en aquella persona que viene de otro país buscando una vida mejor. Que todos queremos lo mismo, ser felices, pero muchas veces no sabemos hacer felices a los demás, y todavía pretendemos que los demás sí nos lo hagan a nosotros siempre. No es justo. Que se nos llena la boca diciendo que no somos superficiales, pero nos empeñamos en demostrar que sí lo somos porque salimos corriendo por la puerta de atrás en cuanto vemos algo que no nos gusta y encima mentimos diciendo que fue por otra cosa. Que somos cobardes, que no luchamos por lo que queremos y esperamos sentados a que la vida nos lo traiga en bandeja como si de verdad lo mereciéramos sin haber movido un puto dedo. Que somos egoístas, orgullosos, rencorosos. Que utilizamos a las personas como si fueran piezas de ajedrez y no tenemos en cuenta que son personas con sentimientos igual que nosotros. Que no cuidamos de las cosas, ni de las personas, pero luego pretendemos que no se vayan de nuestro lado. Que no valoramos lo que tenemos. Ni siquiera valoramos nuestra propia vida. Y es justo lo que hoy yo quiero hacer, porque a mí la mía me ha enseñado muchísimo, y yo sí le estoy muy agradecida.

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