Yo creo que si me muriera ahora, podría estar satisfecha, después de todo, con la vida que he vivido.
He mirado a los ojos a mi amiga y me he reído como si me lo fueran a prohibir el resto de mi vida.
He bailado hasta no sentir las piernas y no escuchar el ritmo de la canción.
He hecho el amor en la orilla de la playa una noche de luna llena y luego he corrido a unos trescientos kilómetros por hora hasta estrellarme con la ola más grande que había visto nunca.
He descubierto otra forma de hacerle cosquillas a alguien: escribirle poesía en la planta de los pies.
He cogido a un niño en brazos y me he contagiado de su inocencia y su felicidad, y me han llevado a mí en brazos cuando estaba medio dormida y sin fuerzas, con beso de príncipe azul incluido.
He tocado el cielo y el infierno con la punta de los dedos de las manos, en cada beso, en cada abrazo, en cada caricia.
Y he conocido el amor, uno que me enseñó que nada de lo anterior realmente importaba si no estaban sus buenas noches al final del día.
Sí, he sido muy feliz, aunque haya estado muy loca, y es precisamente eso por lo que la gente me querrá u odiará, es ese punto de locura el que lo marca todo, y me alegro, me alegro mucho.
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