Los segundos se me antojan horas. Mi pasado se forjaba de su mirar, de su sentir. Mi alma se regocijaba en su sola existencia. Palabras de más, pues una me bastaba para sonreír. Abrazos a repartir, pues gracias a ellos yo era feliz. Y esa arena... Ese camino que seguíamos los dos. ¿Y los balones perdidos? Las ganas de amar... Conocer el mundo, o tal vez dejar que el mundo nos conociera a nosotros, por primera vez.
Y tu barco, tan fiel a su orilla, tan compañero de las olas del mar. Con él te perdiste, hacia ninguna parte, rumbo hacia ningún lugar. ¿Cuál es tu destino? ¿Cuál es el motivo de tu llorar? Tus lágrimas son las mías y me haces volar. A tu lado poco o nada me importa. Contigo soy mejor persona. ¿Por qué no me llevas contigo? ¿Qué puedo esperar? Si ya no estás conmigo...
Aquel niño, mi valiente niño, ese que se enfrentaba al mar. Navegaba más que soñaba. Él decía de parecerse a volar, de estar más cerca de la libertad. ¿Debo entender que por siempre me querrás? Aunque no me lleves, aunque no me traigas un recuerdo construido de sal, aunque no me construyas una casa a los pies del mar...
¿Por qué no me llevas contigo? Tan sola me quedé... Como tan sola ahora estoy. Tan despistado eras, que te dejaste tus cosas en mi casa. Tu amor te lo llevaste, para guardártelo o dárselo a alguien más. Tú me querías, el mar te llamaba. Tu barco descansaba y tú reunías las fuerzas para marchar. De mí te olvidabas, y yo, a ratos, solía no poder olvidar.
Aparentemente el tiempo seguía pasando, pero yo vivía en un mundo paralelo, tan distante del tuyo... Donde el tiempo no pasaba, porque yo te seguía esperando sin cansar. A veces sentía que no eras como yo, tal vez que nunca nos llegamos a conocer. No hacíamos más sino mirarnos a los ojos y sonreír. En el fondo sabíamos que eso era más que suficiente, que bastaba con darnos la mano y compartir el respirar. Pero, ¿por qué no me llevaste contigo? A tu barco, a tu mar.

Y ese hombre, ¿qué nombre tendrá? ¿Le conoceré algún día? ¿Volveremos a echar a andar? Ese hombre... ¿De dónde vendrá? ¿Se acordará de mí? De los paseos soñando con un sueño, de los viajes a nuestro hogar, de aquella historia, que dormidos y despiertos, nos solíamos contar. Se acordará de mi nombre o tal vez yo del suyo, puede ser que de aquel día en que se dispuso a marchar...
Y mi hombre, que tan niño mío fue. ¿Debe seguir siendo mío? ¿O de qué otra mujer ahora será?...
Pero pasadas las tres de la madrugada el frío de la noche me hace desistir. Quizás sólo sea un maldito sueño sin acabar...
Mi amado hombre, ¿dónde estarás?
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