
Pero es en invierno cuando los recuerdos amenazan con volver a mi mente. Cuando sueño con que nada hubiera terminado, que sólo hubiera pasado y aún hoy siguiese pasando. El invierno te trae de vuelta. El invierno me trae de vuelta el sabor amargo de tus besos confundidos, el roce de tu piel indecisa, el aroma de tu fugaz compañía, la dulzura de tu voz pasajera y el recelo de tu mirada soñadora. Pero todo son recuerdos.
Yo no decidí que te marcharas, y nunca lo hubiese querido. Hubiese deseado que hubieras sido un amor de verano. De esos que se encuentran en la playa y que hacen que el sol haga que tu castaño oscuro se torne a un rubio inconfundible, y no es una tontería. Hubiera querido perderme contigo entre las olas y ni siquiera pisar la arena del fondo. Tocar fondo contigo como la primera opción. Llegar hasta el final y perder la razón.
Pero el verano quedó ya muy lejos y el invierno es lo que me queda. Es cierto, te marchaste y no volverás. Lo recordaré y volveré a convencerme de que no hay reparo alguno, como hago cada invierno. Otro más. Otra vez más. Me tomaré el té. Pasaré el día viajando al pasado y quizás esta noche, mientras yo duerma después de horas de intento, tú también me recuerdes fugazmente por primera vez en mucho tiempo.
Loes