martes, 5 de julio de 2016

Puso la mano en el espejo y se...

La niña de mis recuerdos
Puso la mano en el espejo y se enfrentó a la imagen de una niña, tan fiel a su sonrisa.
Ella era tan grande como sus sueños, y tan fuerte como sus ganas de alcanzarlos. Adoraba caminar por aquel puerto. Qué bonita que era la vida, y qué hermosos los pájaros que surcaban los cielos reflejados en el mar.
Era ella porque un libro en sus manos se convertía en tesoro. Qué desafortunados aquellos que no andaban con sus zapatos. Qué envidiosos debieron ser, de haberla conocido.
Ella no era perfecta, pero por Dios que era admirable. Qué bonito momento, cuando la brisa del viento invitaba a las hojas de los árboles a bailar. Qué maravillosa danza, aquella que se sustentaba de su propia melodía.
Quitó la mano del espejo y aquella niña regresó a sus recuerdos, dejando el imborrable reflejo de una mujer.
                                                                                                                                              

                                                                                                                                                    Loes


Aquel niño
Puso la mano en el espejo y se aseguró de que aún conservaba aquellos recuerdos teñidos de blanco y negro.
Fiel amiga de aquel niño, su razón de ser se forjaba de su mirar, y su alma se regocijaba en su sonreír.
Y su barco, tan compañero de las olas del mar. Con él, aquel niño partió un día, hacia ninguna parte, rumbo hacia ningún lugar. ¿Cuál era la razón de su llorar?  Sin embargo, él de ella se olvidaba, y ella, a ratos, solía no poder olvidar.
Aquel niño que un día se decidió a navegar, en un hombre se convirtió. Tal vez conservaba su mirada, o quizás hubiese cambiado su forma de caminar.
Aquel mismo hombre, que detrás de ella estaba, le apartó la mano del espejo, la acogió entre sus brazos, y su eterno beso se reflejó tímidamente en el nostálgico cristal.

                                                                                                                                                    Loes



En el mundo de los soñadores
Puso la mano en el espejo y se decidió a apostar, porque el reflejo de sus ojos le devolvía algo más que su soñadora mirada, porque en la historia de su guerra había páginas en blanco para muchas batallas más.
Porque la luz del sol es infinita, y porque la luna es testigo del llorar del mar.
Incluso antes de arriesgar, él ya caminaba por las mismas calles. ¿Por qué no probar ahora el besar bajo la lluvia? ¿Por qué no perderse ahora en una pequeña ciudad?
Si mil noches son de sueños, sólo una es de tormenta. Y si sonara música, él se pondría a bailar. Posiblemente acompañaría a alguna bailarina, y tal vez la invitaría a un par de copas en algún boulevard.
Porque en el mundo de los soñadores todo vale. Porque los soñadores, sólo soñando, ya saben que pueden ganar.

                                                                                                                                                    Loes

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