Iluminaba una triste farola la oscura calle por la que yo caminaba. Respiraba mi espíritu tras las cadenas encomendadas por mi alma. Soñaba mi corazón con encontrar una salida de puerta grande. Campos y flores que reinaran en él. Pájaros que hicieran de reyes. Un sol que cantara mil canciones y una luna que recitara diez poemas cada noche. Pero la luna es testigo del llorar del mar, y no le hace falta decir nada para hablar de él. Por eso, quien recuerda la luna, recuerda el mar. Por eso, si me acuerdo de la sombra de la luz de aquella farola, me acuerdo de la primera vez que te vi.
Un primer acorde de tu guitarra fue lo primero que me hizo saber de ti. Un par de quejíos flamencos para acabar. Y si era cierto que estaba triste, en ese momento volvía a ser feliz. Y si era verdad que en los días de invierno la lluvia reinaba en el cielo, confiaría en que alguna vez saldría el sol. No me habías mirado a los ojos y ya soñaba con tu mirada. Sería tan irónico bailar ballet en la playa, como asegurarte que desde esa noche te empecé a querer. Puedes tomar las ironías o puedes dejarlas pasar.
Lo que sé seguro es que mi camino estaba en ti, y no me preguntes si soñaba. Porque tú implicas sueño. Tú alejas la realidad de mí. Como un artista que se deja los ojos en los mejores cuadros, tal vez como un suicida mira por última vez su puente. Así me hacías sentir. Tan cerca, pero a la vez tan lejos, como diciembre y enero.
No sé si podrías comprender que tú eres mi salida, mi campo con flores que reinan en él. Donde los pájaros hacen de reyes. Donde el sol canta mil canciones y donde la luna es aun más bella. No sé si sabes, que tal vez debería aprender a tenerte menos ganas.
Pero, te aseguro, tu guitarra te lleva ventaja. Cuando eres tú el que canta, sólo es música, y no soy yo la que te inspira. Escucha a tu guitarra cuando la tocas. Ella sabe que en ese puzle falta una pieza, y quizá no la menos importante. Está en ti descubrir de qué se trata. Está en ti seguir los consejos de tu música. Porque habla por ti. Porque tal vez todavía eres feliz sin mí, pero hoy tu guitarra tiene tristes los bordones.
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