que colgaba de mi pared
y hoy sin querer lo recordé
mientras colgaba de una palmera
allí en la playa.
Era astuta y engañosa,
trepaba, se adueñaba de la casa
y le quitaba sitio a la garrapata,
que no tenía más remedio
que aferrarse a mis rincones
para no caerse.
Puedo jurar que era la libertad extrema.
Las historias de barrio se cuentan
desde lo más profundo
igual que el ser del Migue.
Como el humo de un cigarro que vuela,
las cuerdas de una guitarra
que vibran y se enredan.
La gente camina y las miradas se alzan,
el niño trepa y el perro ladra,
la vida pisa y el tiempo pasa,
el reloj grita mudo el dolor de su alma.
En la plazuela no se padece,
con las flores el tiempo se humedece.
Las risas hacen ecos en los cristales
de las ventanas que se abren.
El tiempo entre unas manos,
la vida verde como la hierba,
los compadres y sus hermanos
bebiendo un traguito de cerveza.
El migue pertenecía a ese mundo
en el que yo caí de cabeza.
Ganas de vivir, energía y amistad,
lo necesario para encender
y no quemar la candela.
Y allí arriba con las estrellas y la luna
estará brillando el Migue en alguna duna,
cantándoles bajito a la hora de dormir
pa’ quitar to sus miedos
y hacerlas sonreír.
No temo a nada
porque er Gufi me acompaña.
Vivo enamorada de sus letras y sus mañanas.
Como regaliz negro del que engaña,
parece bueno pero te desgarra.
Lo quiero porque es suyo,
lo quiero porque mis penas consumo.
Los rayitos de sol no me iluminan en valde,
a veces la felicidad me viene grande.
Me duermo pensando en el aire de la calle
que pinta de rosa mi pañuelo.
En él lloro mi amargo sentimiento
causa de más nadie.
Guardo mis notas
dentro del sobre.
Él sabe que dentro lo llevo
guardado por cojones,
porque lo quiero.
Solo veo su cara y mis temores se esconden,
solo escucho su voz y mi corazón se encoge.
Corazón garrapatero
y matajare en acordes.
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