martes, 24 de enero de 2017

Toda una vida para adorarte

Adoro tus pecados;
sacrilegios consentidos.
Adoro tus fuertes;
la piedra en el camino.
Adoro tu sonrisa;
mi más mejor amiga.
Adoro tu abrazo;
sentarme en tu regazo.
Adoro tu mirada;
reflejo de los débiles.
Adoro tu espíritu;
el alma de los valientes.
Adoro tu reír;
a los vencedores vencer.
Adoro tu llorar;
lo importante es participar.
Adoro tu ilusión;
de la mano caminar.
Adoro tu temor;
soltarse antes de saltar.
Adoro tu sueño;
cuna de los poetas.
Adoro tu realidad;
ningún poeta despierta.
Adoro tu alegría;
soñadores que sueñan.
Adoro tu tristeza;
soñadores que no se despiertan.
Adoro cada cosa que aconteces;
el horizonte es el punto
donde se besan el cielo y el mar.
El sol ver, con la luna dormir, a las estrellas tocar.
Adoro tu ser;
mi misma existencia.
Adoro tu existir;
tu acto de presencia.
Adoro tu vida;
pues tú la vida eres.
Adoro tu muerte;
los grandes poetas nunca mueren.


sábado, 21 de enero de 2017

El frío invierno

El invierno es tan frío,
que congela la sonrisa de las estrellas,
me resbalo en el hastío,
no te conozco con certeza.

Me recuerdas a la primavera,
agradable como una brisa pasajera.
Tras los árboles me escondo;
a las flores les canto.

Les canto el cuento de tu mirar,
les recito el poema de tu voz,
tras la rama la flor sonríe;
el cielo triste comienza a llorar.

El invierno tiene frío,
desde que la primavera se llevó su calor.
¡Ay, de mí! Desde que me lo robaste,
vivo enamorada y sin corazón.

Vestida de ti

Y yo aquí, desnuda de secretos,
pero con las ganas escondidas,
queriéndote con lápiz y en papel,
si tú me quisieras, te lo diría.

Si pensaras en mí, yo te lo contaría;
mis ojos tristes por no poder verte;
el esbozo de mi sonrisa y tu alegría.
Te siento cerca, pero estás lejos;
no te conozco, y ya te echo de menos.

¿Qué tienen en común la M de mi apellido,
y la M de tu nombre?
Detrás el policía y delante el ladrón,
primero el día y después la noche,
bonita es la luna, y bello es el sol.

Y aquí estoy yo, más estancada en tu mirada
que clavada a mi silla,
esperando encontrarme con tu alma perdida.
Ojalá fuera cierto, mi sueño, feliz;
ojalá un para siempre, más eterno que nunca, y sí,
y yo aquí, desnuda de mí; vestida de ti.

miércoles, 11 de enero de 2017

Si fuésemos eternos

Glasgow, Londres, noviembre de 1940


Resultado de imagen de bailes de salon antiguosResultado de imagen de enamorados bailando epoca antiguaEn el salón de baile ya reina la medianoche; la mesa ya está vestida con su elegante mantel, las copas de champagne retintinean al son del brindis y los vestidos comienzan a lucir ante las atentas miradas masculinas. Los caballeros alargan sus manos antes de pedir concederles el baile a las damas, y ellas se reafirman de puntillas tras ceder las suyas para concedérselo. El gran reloj de la pared marca el compás de la sutil danza; son aves volando en bandadas, rozando el cielo y a ras del suelo, según qué acorde. Entre el público se encuentra la mujer tímida con sonrisa de niña, que camina derrochando sueño, y que sólo a veces, se enamora de su propia danza. Aquella que nunca se gira para mirar detrás de su espalda, la que se confunde entre los demás, y sin embargo, es la única que brilla. Sostiene en su mano la copa con la gota de cianuro; la lágrima que cayó cuando antes lloraba. Camina con paso firme y no respira, baila despacio y no se cansa. No vuela, y sin embargo, aterriza. Su vestido es su disfraz y su sonrisa, su máscara. Él no está. Sin él no puede volar. Sin él, la gota de cianuro en sus ojos es el veneno que a su corazón mata. Él es quien rompe en la pista de baile para sacarla a volar, él es quien se enreda en su vestido, y a pesar de ello, siempre sabe cuál es el siguiente paso que tiene que bailar. Ellos son únicos; y ella lo es más. Ella es capaz de volar sin alas, de ver sin mirar, de sentir sin hablar. A ella no le importaría pasar el resto de su vida así; con sus brazos enganchados alrededor de su cuello, con su cintura guiada por sus manos, olvidando el suelo bajo sus pies y el techo que los separa del cielo, compartiendo el respirar y robándole los segundos al tiempo. Ella daría su vida por morirse así; con su cabeza sobre su pecho, sintiendo los latidos de su corazón al filo de la limerencia, abrazándole hasta dejar de sentir, meciéndose junto a su cuerpo, sintiendo el amor en la punta de sus dedos y besando sus labios sin morder a la realidad, sólo devorándola, olvidando que la gente baila y ellos vuelan, que la gente ignora lo que ellos se aman. A ella le daría igual quemarse con el fuego o ahogarse en el agua, si está junto a él. Ella no duda si es amor, y no le importa lo que crea el resto. Ella le susurra al oído; sólo quiere que vea que está ahí, que lo está esperando. Sólo quiere que entienda, que está frente a él, más tonta o más lista, más fuerte o más débil, ofreciéndole su vida, queriéndole hasta dolerle. Quiere llorar con él, quiere hacerle reír, quiere hablarle, quiere decirle, quiere gritarle, que le quiere y quiere amarle. Quiere soñarle y quiere complacerle. Quiere estar cuando sonría y quiere estar cuando le duela. Quiere no equivocarse, y quizás lo esté haciendo, pero poco le importa, porque si algún día él la dejase, ella estaría feliz de haber podido conocer el color de sus ojos de cerca. Habría matado por besar un par de veces más su sonrisa. Moriría porque fuesen eternos. 

Loes

sábado, 7 de enero de 2017

Una fugaz equivocación

He querido abrirme al mundo en infinidad de veces, pero lo cierto es que no conozco más mundo que todo tu ser. He querido viajar y mis únicas fronteras han sido los límites de tu piel. ¿A quién quiero engañar? Ni siquiera tengo pasaporte. Me lo dejé en tu coche, aquella noche en la que nos besamos mientras esperábamos ver desaparecer el rojo del semáforo. Rojo. Qué bonito era que hicieras desaparecer con tus mojados besos el rojo de mis dulces labios.

Sé que persigo una luz apagada, aquella que todos olvidan sin piedad. Sé que bebo del agua de la lluvia cuando resbala por mi rostro, y sé que debí haber aprendido a volar hace mucho tiempo. Pero no te olvido. Tus huellas son mis pasos, y tu existencia es el aire que respiro. Nos hicimos daño y cada día beso mi cicatriz. Un día fue herida, y antes de eso, se llamó amor. Mi corazón no me engaña, soy feliz evitando la guerra en mi interior. Sellé la puerta y crucé los dedos. Ojalá no volvieras nunca, pero cuánto deseaba que te quedaras.

¿Dónde está el camino de piedras que llevaba a tu casa? Me lo sabía de memoria y en él me perdí. Perdida en él todavía sigo. Los ojos que se cierran por miedo a ver aquello que al corazón mata con el frío puñal del cruel desamor. Las manos que se esconden tras los puños cerrados, la indecisión de caminar y la tentación de caer. Tus besos olvidados en los resquicios de mi cuerpo, los dedos de tus manos clavados en mi sien. Mi pelo los cubría y mi alma te devoraba. ¿Dónde están mis recuerdos? Esquivan al olvido y regresan sutilmente a mi mente, como ave que no levanta mota de polvo al alzar el vuelo y alcanza el cielo en un deseo de sobrevivir.

En las páginas en blanco de mi memoria ahora hay gotas de sangre. Te entregué mi corazón y lo abandonaste herido, hasta que estando solo, se desangró de la triste soledad. Qué cruel fue tu amor y que egoísta fue tu compañía. Tus abrazos eran el camino al infierno y yo los tomé como vía de escape. Acudí a ellos como si salida de emergencia fuesen. ¿Bajo qué ola me sumerjo yo ahora? ¿Cómo aguanto a partir de aquí la respiración? Si sólo la calmaban tus labios cuando me acariciaban y me concedían un amargo beso.

Lo asumo y me escapo de mis recuerdos. Corro y olvido. Me paro y renazco. Me duermo y te amo. Y vuelta a empezar. Y qué duro es ver al sol salir sin su luna, y qué triste es ver a la luna marcharse a dormir sola. Cuánto desearía poder ser yo sola, poder estar sin ti. Muero cuando vuelves a mis recuerdos, y mientras agonizo sólo deseo; ojalá yo llegase algún día a los tuyos, aunque sólo fuese por una fugaz equivocación.

Loes