sábado, 7 de enero de 2017

Una fugaz equivocación

He querido abrirme al mundo en infinidad de veces, pero lo cierto es que no conozco más mundo que todo tu ser. He querido viajar y mis únicas fronteras han sido los límites de tu piel. ¿A quién quiero engañar? Ni siquiera tengo pasaporte. Me lo dejé en tu coche, aquella noche en la que nos besamos mientras esperábamos ver desaparecer el rojo del semáforo. Rojo. Qué bonito era que hicieras desaparecer con tus mojados besos el rojo de mis dulces labios.

Sé que persigo una luz apagada, aquella que todos olvidan sin piedad. Sé que bebo del agua de la lluvia cuando resbala por mi rostro, y sé que debí haber aprendido a volar hace mucho tiempo. Pero no te olvido. Tus huellas son mis pasos, y tu existencia es el aire que respiro. Nos hicimos daño y cada día beso mi cicatriz. Un día fue herida, y antes de eso, se llamó amor. Mi corazón no me engaña, soy feliz evitando la guerra en mi interior. Sellé la puerta y crucé los dedos. Ojalá no volvieras nunca, pero cuánto deseaba que te quedaras.

¿Dónde está el camino de piedras que llevaba a tu casa? Me lo sabía de memoria y en él me perdí. Perdida en él todavía sigo. Los ojos que se cierran por miedo a ver aquello que al corazón mata con el frío puñal del cruel desamor. Las manos que se esconden tras los puños cerrados, la indecisión de caminar y la tentación de caer. Tus besos olvidados en los resquicios de mi cuerpo, los dedos de tus manos clavados en mi sien. Mi pelo los cubría y mi alma te devoraba. ¿Dónde están mis recuerdos? Esquivan al olvido y regresan sutilmente a mi mente, como ave que no levanta mota de polvo al alzar el vuelo y alcanza el cielo en un deseo de sobrevivir.

En las páginas en blanco de mi memoria ahora hay gotas de sangre. Te entregué mi corazón y lo abandonaste herido, hasta que estando solo, se desangró de la triste soledad. Qué cruel fue tu amor y que egoísta fue tu compañía. Tus abrazos eran el camino al infierno y yo los tomé como vía de escape. Acudí a ellos como si salida de emergencia fuesen. ¿Bajo qué ola me sumerjo yo ahora? ¿Cómo aguanto a partir de aquí la respiración? Si sólo la calmaban tus labios cuando me acariciaban y me concedían un amargo beso.

Lo asumo y me escapo de mis recuerdos. Corro y olvido. Me paro y renazco. Me duermo y te amo. Y vuelta a empezar. Y qué duro es ver al sol salir sin su luna, y qué triste es ver a la luna marcharse a dormir sola. Cuánto desearía poder ser yo sola, poder estar sin ti. Muero cuando vuelves a mis recuerdos, y mientras agonizo sólo deseo; ojalá yo llegase algún día a los tuyos, aunque sólo fuese por una fugaz equivocación.

Loes

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