Sonrisas en rostros ajenos,
felicidad en el ambiente.
Risas que escapan de besos,
besos que se da la gente.
Mi bicicleta sin cadena
yace tendida en el suelo.
Mechero sin gas en mi bolsillo,
lágrimas rotas en mi pañuelo.
Qué mala es la envidia,
y qué mala es la soledad.
Qué tristeza la del pájaro sin alas,
qué triste el no poder volar.
Estás en las raíces de mis pensamientos,
maldito amor poco generoso,
que a los demás les das de más,
y a mí no me dejas probar ni siquiera un poco.
Ni mi padre ni mi madre,
ni mi tío ni su hambre,
ni mis abuelos; mis ángeles,
ni tengo novio, ni tampoco tengo amante.
Ni mis amigos ni mis amigas,
ni los chupitos ni los cigarros,
ni Migue Benítez ni su guitarra,
ni siquiera la luna calma mi llanto.
Ni la poesía ni la novela,
ni el verso ni la prosa.
Ni el brillo de las estrellas,
también ellas me abandonan.
Me siento sola y no lo estoy,
la soledad me acompaña hoy.
Mañana me abandona,
y me vuelvo a sentir sola.
El hermano que nunca tuve
es quien llora mi tristeza.
Me da la mano y me abraza,
parece que conmigo estuviera.
Qué suerte la de aquellos hermanos,
que a veces discuten y recelan enfadados.
Qué suerte tienen y no lo saben,
de poder mirar y verse siempre al lado.
Pobre pez fuera del agua,
pobre flor la que fue cortada.
El horizonte llora la despedida
del sol y la mañana.
Y yo lloro en la noche,
cuando el frío me abraza.
Y lo hago sin reproches;
lloro sola y desconsolada.
¿Dónde está el amor
del que tanto hablan?
Donde estoy yo
ni cura ni sana.
Las heridas me las cobro,
con las flechas que falló Cupido.
Disparo contra todos los enamorados;
a quienes el amor les mantiene vivos.
No es más grande la rabia que el dolor;
es más grande la herida de mi corazón.
La grieta que se abre y me araña,
los ojos se me cierran en calma.
Dormida puedo soñar;
risas que escapan de nuestros besos;
respiro el aire que escapa de tu risa;
tu risa es mi mejor sueño.
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