Amor, querer es correr en dirección contraria a las heridas. Olvidar es curar y sanarlas. Si mi corazón pensara, dejaría de latir. No te puedo querer más, pero tu ausencia me consume. Tu ausencia es la herida que nunca se cierra. La cicatriz que marcará de por vida aquel tiempo, un día como hoy, en el que dibujé en mis labios uno de tus besos inexistentes y quemé mis dedos con el deseo de decirte lo que mi boca siempre es capaz de callarse. Me dueles. Hoy me dueles. Hoy te siento incrustado en las raíces de mi alma, encadenada y rechazada, tras la valla de la libertad y el candado del desamor. Mi amor, cuánto me dueles. Cuánto te lloro en las noches frías. Cómo necesito tus abrazos, los que nunca he tenido. Abrazos que abarquen mis penas y resguarden mis sueños de la furiosa tormenta.
Una playa artificial. Un muro sin reconstruir. Una estatua de color gris. Escribir la palabra todo y tirar de la cadena para que al final nos quedara la palabra casi. En eso consistió nuestra historia. ¿Es que no me ves? ¿Es que no me sientes? No sientes que tiemblo, que me cuesta respirar, que me matas con la luz de tu sonrisa sin aún haberte visto... No ves que siempre corro porque trato de huir. Que nunca miro detrás de mi espalda porque me da miedo ver la oscuridad. Que cierro los ojos para sentirte más cerca, cuando ni siquiera estás menos lejos, sino más distante. No ves que me muero por ti, que voy al ritmo de tus emociones, que me calmo con tus palabras, que me hundo en tu alma porque se parece a la mía, porque la soledad ya no me parece tan fría. Porque eres mi abrigo, mis fuerzas, mi valor; corazón indomable.
Yo quiero clavarme en tu futuro igual que un título se clava en un libro, en la portada y para siempre. Me dan a menudo ganas de soltarte este tipo de barbaridades, pero corro el riesgo de que pienses que no quieres luchar por algo que no tiene complicación. No entiendes que la nieve ya no es bonita, que los días soleados ya no son cálidos, que las estrellas ya no brillan. Tú eres bonito, cálido como un beso, brillas por dentro. Todo lo bueno te lo has llevado tú y compartirlo contigo quiero. Eres mi sueño. Eres mis ganas de luchar porque eres mi meta. No es ella quien te llora por las noches cuando conversa a solas con tu apagada y persistente ausencia. Soy yo el rostro invisible que a veces ves en tus sueños.
A ti, que me has ganado poco a poco. A ti, que me has vencido. Que me haces soñar. No quise darme cuenta, pero te habías mudado al ático de mi alma. Me haces bien, me haces mejor... Me fascinas, me sanas, me llenas. Te quiero, te quiero mil mundos y te quiero más que el sol quiere a su luna. No soy la mejor, pero nadie sentirá lo que siento, nunca tan dentro, jamás tan sincero, por ti. Creo que alguna vez escuché tu corazón latir, fue cuando me dijiste te quiero. Yo estaba en mi ventana, siendo un obstáculo para el viento de levante, el que trajo ese dulce sonido hasta mi imaginación. Qué bonito fue. Qué grande fue para mí, y qué insignificante para ti. Basta no hablarte para sentir cien años de soledad triste y fría. Ojalá amor, aunque sea en un futuro, cada vez que mires tus manos sientas que te faltan las mías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario