jueves, 2 de marzo de 2017

Una vieja amiga

Esto es para una vieja amiga
a la que conocí hace muchos años.
Rubia o morena, de ojos claros u oscuros,
tan bonita como tú te la imagines,
tan perfecta como siempre la mires; un mundo.
Ella era grande, y yo, su niña pequeña.
Sin embargo, yo la vestía con su hermoso velo.
De noche, juntas mirábamos a las estrellas,
y pasábamos las horas entre libros y sueños.
Con y de las letras diseñábamos nuestro hogar,
nos dábamos la mano, y el cielo nos invitaba a volar.
Ahora ella está conmigo
y me avisa de aquello que vendrá,
me abraza cuando a mi piel la besa el frío,
y si huyo me ofrece una salida para poder escapar.
Se enreda entre las palabras y le gusta jugar
a que está por encima de ellas,
como se elevan las estrellas,
como el sol escala cielo arriba desde el mar.
Me encuentro con ella cuando voy de viaje,
la veo cuando voy a la playa, bendito atardecer,
sentada entre las rocas y el mar, sin ánimo de envejecer.
Si me corto me pone el vendaje,
si me duele hace que el dolor se calme,
y me besa la frente antes de irme a dormir, cada vez.
Ella vive en mi cabeza,
y en momentos como éste sale a la luz,
cogida de mi mano, porque ella es mi destreza;
ella nunca me sobra cuando siempre me faltas tú.
Ella es paciente conmigo
y auténtica con los demás.
Anclada a tus estribos,
enamorarse de ella es algo natural.
Bonita como pocas, ella es capaz
de hacer mi nombre como es ella; Lucía,
como ella sería,
real y de belleza, como es la esencia de la poesía.

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