Intuyo que la noche se abalanza sobre mí, rehén del frío y cómplice de la oscuridad. Enemiga de las luces, prisionera del silencio. Tras ella vienen tus brazos abiertos. Brazos que buscan mi cuerpo. Tus manos se extienden. Manos que echan de menos el suave tacto de mi piel. Tus labios sonríen tímidamente. Labios que aún llevan consigo el dulce sabor de mi primer beso.
Te miro a los ojos y descansas en mi mirada. El espacio que había entre nosotros desaparece y la distancia que nos separaba huye asustada. Porque ya no importa cuántas veces lo hicimos nosotros por miedo a fallar. Ya no importa cuántas veces nos fallamos. No importan las lágrimas. No importa el dolor. Ahora vamos a hacerlo diferente. Porque sabemos que importa, porque sabemos que es esencial. Posar las alas en el andén de nuestra historia y reafirmarnos. Tomar el próximo tren. No comprar billete. Escaparnos sin remordimientos.
Esta noche los semáforos no tendrán luces para nosotros. Esta noche el termómetro no tendrá grados para marcar. Esta noche tú eres mi luz. Esta noche yo soy tu abrigo. Iremos a ese columpio, donde dejábamos descansar nuestros sueños mientras nos elevábamos victoriosos en el aire. Un día se nos olvidaron allí. Nos fuimos sin ellos. Esta noche vamos a recogerlos. Será otra vez abril para nosotros. Taxímetro a cero. Campo preparado para que se juegue el partido. Esta noche volvemos a empezar. Esta noche somos destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario