Creo que este es el texto más desgarrador que voy a escribir jamás.
A la pregunta más obvia que todos me hacen;
¿Y por qué no saludarte?
Mi respuesta, para mí, es mucho más obvia:
porque yo aún estoy en proceso de superarte.
Ojalá mis sentimientos fueran como los tuyos,
ojalá pudiera controlar al ciclón que me toma de la mano
cada vez que veo tu rostro aparecer cerca,
ojalá pudiera verte con los ojos que tú me ves a mí
y no como si al verte a ti estuviera viendo al mundo entero.
Pero los dos, en el fondo, sabemos que,
desgraciadamente, eso no es así.
Solo te diré algo;
has sido mi fuente de inspiración para escribir
durante más tiempo del que imaginas,
y solo te preguntaré algo;
¿Sabes lo difícil que es para un escritor
olvidar a su musa?
Solo por eso tiene sentido
que no pueda olvidarme de ti.
A mí también me gustaría aprender a verte como un amigo
pero ¿Sabes qué pasa?
Que la vida es muy puta y cruel,
porque cuando me decido a dejar de quererte,
cuando le pido a tu hermano que me borre de la lista
de mejores amigos de Instagram,
cuando quito todos tus regalos del coche
y los escondo en el rincón más oscuro que veo por mi casa,
cuando dejo de leer libros románticos,
de escuchar canciones de amor,
cuando me deshago de todo lo que tiene que ver contigo,
justo entonces,
tú, tan oportuno como siempre,
te cruzas por mi camino dos veces seguidas.
Discúlpame, pero no puedo saludarte.
No puedo ni siquiera mirarte,
porque se me cae el alma
y se me paraliza este terco corazón
que insiste en su absurda idea de quererte.
Por eso no puedo.
Porque la vida es jodida
y no deja de joderme contigo.
No me malinterpretes,
me gusta verte,
me encanta verte feliz,
pero a la distancia precisa.
Cuando estábamos en el bar aprovechaba cuando no mirabas
para poder mirarte yo
y sonreía de la manera más estúpida que jamás lo haré
simplemente por verte a unos metros de mí
después de tanto tiempo separados, y,
sobre todo, por verte feliz.
Pero no puedo romper esa corta distancia,
decirte: hola ¿Cómo estás?
Darte dos besos.
No.
Es como cuando sigues o espías a alguien,
que tratas de mantenerte cerca,
pero sin que te vea,
y sin acercarte del todo.
Con la diferencia de que en ese caso es para que no te pillen,
y en el mío, pues supongo que es para
poder disfrutar de ti
sin darte el poder de volver a matarme.
¿Sabes?
Una vez aprendí que no hay peor despedida
que volver a saludar con dos besos,
y por eso, yo jamás voy a poder ser tu amiga,
porque nunca he querido despedirme de ti.
De nuevo, discúlpame,
pero tal y como te dije en innumerables ocasiones,
yo siempre seré, sin esfuerzo alguno,
la segunda mujer en el mundo que más te quiera.
Y eso no va a cambiar ni cuando llegue a la meta
de este puto proceso de superarte.
Que Dios me perdone.
Atentamente,
del casi amor de tu vida
para el amor de la mía.