Alguna que otra vez he escuchado a un niño decir
que los mayores complicamos las cosas,
y ahora que he crecido me he dado cuenta
de que a veces esa es la realidad,
que la vida es mucho más simple de lo que creemos,
que no tiene mucho misterio decir un "te quiero" o un "lo siento",
en cambio, otras veces, las cosas son difíciles de verdad.
Porque ya no tengo el poder de salir al patio un día de sol
y jugando olvidar que la trenza del pelo
que me hizo mi madre esa mañana no le salió bien
(y qué fácil era pasar página y enfrentarse a la siguiente aventura).
Lo difícil ahora es tratar de olvidarte a ti,
y no hay conjuros, milagros ni credo para eso;
tú eres la parte complicada de la vida.
¿Cómo dejar de verte en cada coche blanco que pasa por mi lado?
¿Cómo dejar de temblar cuando un viejo amigo tuyo
pronuncia tu nombre y me habla de ti?
Y yo me quedo simplemente ahí,
quieta, inmutable, presenciando mi propio asesinato,
y sin fuerzas para defenderme del enemigo,
sintiendo una a una, de nuevo en mi cuerpo,
cada daga ensangrentada que recogí del suelo
el día que decidiste marcharte
y llevarte mi vida contigo,
para acabar respondiendo con el último aliento que me queda:
me alegro de que le vaya bien.
(Por Dios, cómo desearía que dejaran de hablarme de ti).
¿A qué juego debo de jugar ahora en el patio de mi casa
para olvidar a cada persona de tu familia
y dejar de sentirla como la mía propia?
¿Cuántas películas de Disney tengo que ver
para volver a creer que algún día seré una princesa feliz?
No, hay cosas que van por dentro. Hay cosas que ni se olvidan ni se borran,
y me volveré loca de ver tu rostro entre otros cientos,
y de escuchar salir tu voz de miles de bocas diferentes,
pero al fin y al cabo, ese es mi destino, esa es mi condena; quererte a morir,
con la misma fuerza que un niño adora la vida,
con la sutil diferencia de que la mía está rota desde que te fuiste,
y la rompes un poquito más cada vez que regresas
para luego volver a irte.
Eres mi pesadilla de cada verano
ojalá estuvieras siempre fuera
de aquí
y de mí.
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