en cualquier cafetería
de la calle Álamo
Llévame de la mano
a aquel mirador
que jurabas le hacía justicia al cielo
y pareciese que nunca podría llover
Bésame justo cuando pase
una estrella fugaz
y suelta mis labios
cuando vuelva a pasar
el último cometa
que haya cruzado la ciudad
de un punto a otro
sobre nuestras cabezas
Encuéntrame al anochecer
enredada entre las sábanas
de la que fuera nuestra cama
y los mechones de tu pelo
que después del orgasmo
entre los dedos se me escapan
Prométeme, amor,
que aunque nazcan cientos
de ciudades nuevas
siempre haremos de Madrid París
y que aunque me queden por vivir
miles de tormentas
siempre podré encontrar la calma
ahí mismo, debajo de tu almohada.
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