Me gustaría decir que me crié en un mundo bonito y justo. Me gustaría decir que viví y vivo en un mundo bueno. Que es verdad eso del Karma, o los experimentos sociales en los que alguien recoge del suelo la cartera de alguien y se la devuelve. Me gustaría poder decir que es cierto que los amigos siempre se quedan, y que el amor, cuando es verdadero, es para toda la vida. Me gustaría pensar que es cierto eso de que es el mismo amor el que siempre mueve el mundo. Pero no, nada de eso es verdad. En este mundo puedes ser un hijo de puta toda tu vida mientras la misma te trata como un rey, y viceversa. Generalmente lo que encuentras te lo quedas, y ni siquiera reconoces que alguna vez se perdió. Aquí al final acabas perdiendo hasta esos amigos que contabas con los dedos de una mano, y normalmente se enamora de ti alguien completamente diferente a de quien tú lo estás. Este mundo se mueve por el dinero, da igual cuánto lo quieras, o el talento que tengas, si no tienes dinero para pagarlo no lo puedes tener. Todos valoran lo que tienen los demás pero nadie valora lo que él mismo tiene. Nos hacemos ilusiones, daño unos a otros, vamos a por el débil y lo hacemos más débil para que los valientes se hagan más valientes. Juzgamos sin saber, y machacamos después de juzgar. Y qué fácil se ve. Nos da igual lo que le pase al vecino del cuarto pero la cosa cambia cuando afecta de puertas para dentro de casa. Y qué lástima de sociedad. Pero es así, nada es justo y nada es eterno. La vida es una ruleta rusa constante y hay que saber ponerse las gafas para encontrar la belleza y la bondad detrás de todo eso, porque después de todo, ahí sigue estando, diminuta pero impoluta, para el que sepa apreciarlo y verlo.
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