lunes, 24 de abril de 2023

La magia de la vida

Agradezco a la vida por haberme dado el don de la sensibilidad, porque aunque sea jodido sufrir el doble, merece la pena sentir también las cosas buenas como nadie. Agradezco que me haya dado el don de escribir, siempre diré que es la mejor terapia que existe y una de las ramas más bonitas del arte para quien también tenga el don de apreciarlo. Agradezco que me haya hecho quererte como posiblemente solo lo vaya a hacer tu madre, porque ahora sé que después de eso ya no habrá ni una bomba nuclear que pueda matarme tanto, y eso, supongo que de algún modo es bueno. Y agradezco que me haya puesto en el camino a personas como Chema, Dylan, Caro, Jose o Haris, personas que no te esperas conocer y aun cuando las conoces no piensas que te van a llegar a marcar tanto algún día, hasta que de repente van poniendo tiritas en todas las heridas que van apareciendo, e incluso en las que ya tenías, y ni siquiera saben que lo están haciendo. Eso es hacer magia en toda regla.

Casi la misma magia que es en sí la vida.

Nirvana

Fue una tarde de verano
posiblemente fuera agosto

quizás en el preciso instante

en que el sol besaba al horizonte

y el horizonte, tímido, se ponía rojo

La chica de la burbuja azul

lo vio pasar a través de la ventana

del bar de ya no sabía quién

Él iba sonriendo abiertamente

como si el otoño no estuviera

a la vuelta de la esquina

y ella, irónica, sonrió también

como si a la vuelta de la esquina

lo pudiera volver a tener a él

Había pasado mucho tiempo

desde la última vez que se vieron

y ella siempre sospechó

que nunca le dejaría de echar de menos

Pero no fue hasta aquella mirada exacta

que después de otras cien esquivas

por fin él posó en ella

a través de la ventana

que supo con firmeza que iba a querer 

al chico de ojos marrones y verdes

toda su vida

                   entera

                             como quien desea el nirvana

viernes, 14 de abril de 2023

Dylan

Él es una de esas amistades impredecibles, de empezar cada uno en una esquina y cruzarse varias veces por el pasillo sin más. Hasta que un día te chocas con él y sientes que ha sido uno de los golpes más importantes de tu vida, para bien. Él es una de esas personas particulares, que me ha hecho recordar que yo también lo soy, y que eso es algo bueno, muy bueno. Él es de ese tipo de persona a la que entiendes más por cómo te mira que por lo que te dice. Es la persona que ves en cualquier y todas partes, pero que no piensas que algún día se te puede clavar tan dentro hasta que llega y lo hace sin pedirte permiso. Dylan es un buen amigo, de los que ya no quedan, de los que todavía les hacen competencia a los llamados amigos de barra, aunque él es las dos cosas. Es tu amigo a las dos de la mañana con una cerveza en la mano haciéndote reír y es amigo a las siete de la tarde en un banco escuchando tus penas. Sinceramente, creía que jamás volvería a tener amigos de esos, si es que alguna vez los tuve, así que gracias por aparecer. Lo único que lamento es no haberme dado cuenta antes de cómo eras, porque me habría hecho antes tu amiga. Suele suceder, las personas importantes son las que más tardan en aparecer en tu vida, las que van entrando poco a poco sin avisar y sin que te des cuenta. Ahí radica la verdadera autenticidad. Y ese eres tú, una persona auténtica, con sello propio, que te hace darte cuenta de que si estás a su lado es porque tú también tienes, al menos, una pizca de calidad. Llegaste para salvarme de una larga hibernación, y ni siquiera lo sabías. Porque a ti las cosas te salen así, sin planearlas, porque tu corazón ya lo ha hecho antes de que tu cabeza se entere. Eres de las pocas cosas buenas que aún conservo en mi vida, y una de las mayores razones por las que todavía pueda tener ganas de salir, pasarlo bien, y darle una patada a los problemas que pueda presentar la vida, porque mientras estés tú, siempre sabré que serán un poquito menos malos. Estar con Dylan es como si de pronto parase de llover, como si todas las melodías del mundo sin letra cobrasen sentido, como si el trece siempre hubiera sido sinónimo de buena suerte. Eres paz un día de guerra, salvavidas cuando me estoy ahogando. Eres fiel, a tus principios, a tu amistad, a tu forma de querer, a tus gustos, a tus valores, a tu personalidad, a tu forma de ver la vida. Das lo que tienes cuando lo tienes y miras y ves las cosas siempre desde la tolerancia. Opinas con el corazón y luego abrazas el mío si algo me lo ha roto. Gracias por redescubrirme el significado de la amistad y por ser quien menos esperaba que fuera a hacerlo. Eres la mayor sorpresa y uno de los regalos más bonitos que me ha hecho la vida sin pedirme nada a cambio. Nunca lo olvides, amigo.

Necesidad de vivir

Siempre he necesitado vivir y rodearme de personas que lo necesiten. No puedo vivir sin sentir el viento en la cara, la arena bajo los pies. Soy de esa clase de persona que se baña en la playa en plena noche de marzo y le da completamente igual llevarse una semana mala. Soy del tipo de persona que si tuviera dinero se tiraría desde la tirolina más alta del mundo, varias veces seguidas. Soy la persona que tiene que escuchar ochocientas veces preguntas como: ¿Cómo te puede gustar hacer esto? O ¿Cómo puedes tener ganas de hacer aquello? Soy la que de noche sale al balcón a mirar las estrellas, cigarro en mano, porque ese simple gesto me hace sentir viva. Soy la que se agobia si se lleva más de tres días en casa. No me pidas que me quede en el sofá viendo una serie, aunque sea nueva e interesante, porque no voy a poder quedarme quieta, voy a querer lanzarme a la calle. Siempre me han hecho sentirme juzgada por ser así, pero a mí no me importa. Me gusta perderme entre las olas por la tarde y entre las copas por la noche, y lo siento, pero es lo que hay. Me gusta cuando llega una de esas temporadas en las que pasas por casa solo para ducharte. Me gusta estar siempre de aquí para allá, vivir constantemente mil y una experiencias nuevas. Discúlpame si las paredes de tu casa, de cualquier casa, me ahogan, o si aspiro a algo más que almorzar en el mismo bar de siempre. Siento no cansarme igual que los demás, no tener nunca suficiente con nada, querer siempre más. Siento de veras ser así, tener tantísima necesidad de vivir. Quizás algún día podáis comprender que no se puede encerrar en una caja una bomba que, más tarde o más temprano, siempre va a terminar por explotar.

martes, 11 de abril de 2023

Recuerdos sólidos

¿Alguna vez te han hablado de los recuerdos sólidos? Son esos recuerdos que se te clavan como daga en el corazón, y nunca puedes sacarla. Esos recuerdos que se aferran a ti como gota de cianuro en la garganta, pero que, sin embargo, nunca puedes terminar de tragar para que se acaben. Son esos recuerdos que te van a acompañar toda la vida, porque un día fueron los momentos más felices, para acabar siendo los recuerdos más dolorosos. Y resulta que yo tengo grabado a fuego el recuerdo de tus pupilas brillantes, de tus manos suaves, hasta de tu manera de tomar el café. Yo tendré siempre el recuerdo de aquella estación de tren un martes 13 a las siete de la tarde, la maleta a medio hacer y un taxi esperando a un cliente que nunca llegó. Yo viviré siempre en el recuerdo del portal 13 a medio abrir, o a medio cerrar, según quién lo mirase, tras el que nos dimos el último beso sin ni siquiera saberlo. Qué fijación tuvimos siempre con el número 13, a lo mejor por eso es mi número favorito. Pero lo peor de todo, es que no contenta con tener recuerdos sólidos sobre ti, también, de vez en cuando, juego a vivir de recuerdos que me imagino sobre nosotros. Sí, a veces nos recuerdo en el día de nuestra boda, o en el que vimos por primera vez la cara de nuestro hijo. Tengo mil y un recuerdos sobre nosotros, que todavía no han sucedido. No sé para qué los tengo, supongo que me va el rollo masoquista, lo que sí sé es que me hacen echarte muchísimo más de menos, y entonces recuerdo aquello de que no es posible echar de menos lo que nunca ha ocurrido, y sonrío sólo un poco, muy disimuladamente. 

jueves, 6 de abril de 2023

Al chico de los gorros

Al chico de los gorros, que apareciste en mi vida como ellos, pintándola cada día de un color diferente, invadiéndome con tu risa, como una onda expansiva que me calaba hasta los huesos. No tardé mucho tiempo en darme cuenta de que te quería. Lo cierto es que lo supe al instante. Fue como una tarde nublada de otoño en la que sales a la calle y de repente sientes una gota caer del cielo, y sabes que es el preludio de la inminente lluvia que no vas a poder parar. Y en cuestión de pocos segundos estás completamente mojado, y por mucho que corres y buscas no encuentras un solo portal abierto. Así fue lo que me pasó contigo, y no he podido agradecer más que ese día se me olvidara coger el paraguas. ¿Sabes? Ya me pilló la lluvia otras veces antes, pero no sé qué pasaba que las gotas se resbalaban en los poros de mi piel, es como si llevara puesto un impermeable invisible, uno que no me podía quitar. No sé qué clase de pacto harías con el diablo para arreglar esa cremallera y quitármelo, pero gracias, porque me había olvidado ya de que a veces la lluvia es bonita, y sentirla te hace sentir vivo, exactamente como me hiciste sentir tú a mí aquella tarde. Llevaba un tiempo muerta en vida, el mismo tiempo desde que alguien rompió mi corazón, y nunca confié en poder despertar de ese letargo, de hecho nadie supo nunca cómo hacerlo, por más que lo intentó. Hasta que apareciste tú, tú con esos gorros. Me pareciste lo más bonito que había visto jamás. Y hiciste lo más bonito que han hecho nunca en mí. Y ahora que han pasado dos años de aquello, u ocho meses, según se mire, solo puedo decirte que ojalá te siga encontrando en todas las tardes de otoño de mi vida, porque significará que algo estoy haciendo bien, porque significará que eras la última pieza que faltaba en el puzzle de mi felicidad, y mira por dónde resultó ser la más bonita de todas. Te lo he dicho y diré cien mil millones de veces; eres sencillamente increíble, alguien que viene de fuera de este planeta, vete a saber tú de qué tipo de galaxia. Los demás quizá no lo saben, pero yo sí, y empiezo a pensar que con eso basta; con que lo sepa yo. 


Al chico de los gorros, eres lo que más he querido en toda mi vida desde que sanaste mi corazón.

Te quiero Haris

Diario 1

Jueves, 2 de Febrero de 2023
Granada

¿Cómo puede cambiar el estado de ánimo con tanta rapidez? Como cuando te subes a una de esas caídas libres de los parques de atracciones y en un abrir y cerrar de ojos ya estás abajo, y ni siquiera te ha dado tiempo a disfrutar de las vistas que hay arriba, pero esa sensación, aunque efímera, es tan increíblemente excitante... Te meterías ochocientos mil chutes de esa sensación, aunque luego te pasaras tres días enteros de resaca a cambio de un par de segundos de éxtasis. Cómo me gustaría saber la fórmula para sentirse así las 24 horas del día, sin cambios emocionales que te hicieran preguntarte mil veces si algún día llegarás a ser verdadera y plenamente feliz. A veces pienso que la felicidad es como ese éxtasis del orgasmo, como si hubiera que recorrer un largo camino hasta alcanzarla, y cuando por fin la tienes en las manos, se te resbala entre los dedos, desvaneciéndose como espuma de cerveza. Solo me quedará emborracharme de esos instantes, exprimirlos, beberlos y tragarlos gota a gota, hasta dejarlos completamente secos. Creo, fielmente, que esa es la única manera humanamente posible de ser feliz a día de hoy. Mientras, un chico que me quiere esperándome en la cama del hotel, y yo tumbada en el suelo escribiendo cosas que realmente no tienen ni la mitad de importancia como la tiene el hecho de que él me quiera y yo a él también. Ojalá aprendiera a verlo así en cada caída libre de mi vida. 

domingo, 2 de abril de 2023

Supongo que tendré que acostumbrarme a que ya nunca volverás

Supongo que tendré que acostumbrarme a que ya nunca volverás. Supongo que me toca, de una vez, asimilar que hace mucho tiempo que pasaste página. Una vez escribí que para olvidar a alguien lo primero era querer hacerlo, y he faltado durante años a mi propia palabra. 


Típico de los escritores. 


Supongo que tendré que lidiar con eso de verte en cien rostros diferentes, y que ninguno es tuyo, cuando salgo a la calle, y con los sueños y pesadillas por las noches, en los que vuelves, y en las que vuelves a irte. Supongo que tendré que aprender a mirarte de soslayo las pocas veces que aún sigamos encontrándonos, como si fuese verdad eso de que fuiste, pero ya no eres alguien para mí. Supongo que tendré que aprender de ti, después de todo has demostrado ser muchísimo más inteligente que yo en esto. 


Típico de los hombres.


Tendré que aprender a pasar por esa esquina sin que tus labios vuelvan amenazantes a mi memoria, y a no sobresaltarme cuando escucho pasos detrás de mí cuando voy andando sola por la calle, como si alguna vez me tocara a mí ser una de esas protagonistas de películas a las que siguen y paran para darles un beso y todo vuelve mágicamente a empezar de cero en un mundo tan idílico como irreal. Supongo que me tendré que olvidar de ese maldito lunar que da vueltas sin parar una y otra vez en mi cabeza, y saber encontrar el freno justo a tiempo en esta inmensa cuesta abajo. A veces de verdad pienso que nunca voy a terminar de chocar. Pero ¿Sabes qué es lo peor de todo? Que los escritores estamos condenados a no olvidar, nunca, porque nos alimentamos de los recuerdos para escribir, y jamás podré ir en contra de mi propia naturaleza. Una vez un amigo me preguntó por ti, y yo le respondí que siempre llevaría la condena de quererte. Ojalá fuese yo la que está delante del libro, leyendo, y no la que está detrás, escribiéndolo. Agradece tu papel, a veces el mío es justamente eso, una condena a la que no podré renunciar jamás.


Igual que a ti.