Al chico de los gorros, que apareciste en mi vida como ellos, pintándola cada día de un color diferente, invadiéndome con tu risa, como una onda expansiva que me calaba hasta los huesos. No tardé mucho tiempo en darme cuenta de que te quería. Lo cierto es que lo supe al instante. Fue como una tarde nublada de otoño en la que sales a la calle y de repente sientes una gota caer del cielo, y sabes que es el preludio de la inminente lluvia que no vas a poder parar. Y en cuestión de pocos segundos estás completamente mojado, y por mucho que corres y buscas no encuentras un solo portal abierto. Así fue lo que me pasó contigo, y no he podido agradecer más que ese día se me olvidara coger el paraguas. ¿Sabes? Ya me pilló la lluvia otras veces antes, pero no sé qué pasaba que las gotas se resbalaban en los poros de mi piel, es como si llevara puesto un impermeable invisible, uno que no me podía quitar. No sé qué clase de pacto harías con el diablo para arreglar esa cremallera y quitármelo, pero gracias, porque me había olvidado ya de que a veces la lluvia es bonita, y sentirla te hace sentir vivo, exactamente como me hiciste sentir tú a mí aquella tarde. Llevaba un tiempo muerta en vida, el mismo tiempo desde que alguien rompió mi corazón, y nunca confié en poder despertar de ese letargo, de hecho nadie supo nunca cómo hacerlo, por más que lo intentó. Hasta que apareciste tú, tú con esos gorros. Me pareciste lo más bonito que había visto jamás. Y hiciste lo más bonito que han hecho nunca en mí. Y ahora que han pasado dos años de aquello, u ocho meses, según se mire, solo puedo decirte que ojalá te siga encontrando en todas las tardes de otoño de mi vida, porque significará que algo estoy haciendo bien, porque significará que eras la última pieza que faltaba en el puzzle de mi felicidad, y mira por dónde resultó ser la más bonita de todas. Te lo he dicho y diré cien mil millones de veces; eres sencillamente increíble, alguien que viene de fuera de este planeta, vete a saber tú de qué tipo de galaxia. Los demás quizá no lo saben, pero yo sí, y empiezo a pensar que con eso basta; con que lo sepa yo.
Al chico de los gorros, eres lo que más he querido en toda mi vida desde que sanaste mi corazón.
Te quiero Haris❤