lunes, 23 de febrero de 2015

Sentada al borde de un acantilado

Sentada al borde de un acantilado me paro a observar, cada ola del mar, cada nube que se desplaza a un determinado lugar, cada estrella que empieza a relucir en algún punto del cielo.

Sentada al borde de un acantilado cojo una piedra y la lanzo al mar, el cual la acoge en el interior de un pequeño agujero que se forma. Observo cada gota que salta para volver a caer al mar, observo cada onda que el contacto de la piedra provoca, observo cada movimiento del agua. Veo esa verde luz tan hablada.

Sentada al borde de un acantilado, me pregunto qué sentido tiene ser un pez, qué sentido tiene ser un pájaro, qué sentido tiene la vida. Me vuelvo algo filosófica y empiezo a soñar despierta.

Me imagino un mundo sin fronteras y sin límites, un mundo en el que poder sentarme al borde de un acantilado cada tarde, un mundo en el que pudiera tirarme desde ese acantilado hacia el mar y no me pasara nada, tan solo rodearme de agua y nadar sin parar, hasta cansarme pues, el mar tampoco tendría límites establecidos.

Sentada al borde de un acantilado escucho el sonido que hace el agua al chocar contra las piedras, el sonido que hacen los peces al saltar. Escucho ese sonido que dicen que procede del mar, el cual pocas personas creen haberlo podido escuchar, y que te hace sentir tan increíblemente bien.

Siento cada brisa del viento rozarme los brazos, las piernas, la cara, a la vez que me libera de mi pesado flequillo y me ofrece una vista más amplia de lo que antes creía que era el horizonte. Siento mil emociones en mi interior, siento una pesada carga dentro de mí que salta al vacío, creo ver cómo cae al mar y creo escuchar su sonido al hacerlo. Me siento mejor que nunca.

¿Hasta dónde será capaz de llegar mi imaginación? ¿Cuánto me hará subir este acantilado? ¿Me quedaré aquí viendo mi vida pasar o saltaré hasta caer al mar?

Quisiera poder volar para saltar desde aquí sin caer al mar. Quisiera que el acantilado me abrazase. Quisiera convertirme en pez para poder nadar y en pájaro para poder volar. Quisiera grabar ese olor de agua marina en mi piel. Quisiera ser el mar, quisiera ser tan grande que pudiera abarcar ciudades.

Pero sin embargo, sé que es imposible. Todo vuelve a la realidad. El horizonte vuelve a su sitio y los límites vuelven a establecerse. Los pájaros siguen volando, los peces siguen nadando, y yo empiezo a entender que mis sueños, sueños son.

Entonces las luces se apagan, los sonidos cesan, y sentada al borde de un acantilado, veo desaparecer el mundo ante mí. 

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