jueves, 23 de febrero de 2023

Hoy te he visto

Hoy te he visto. Y, joder, estabas más guapo que nunca. Te he visto exactamente igual que estabas la última vez, con la sonrisa puesta y la ropa quitada. Con las persianas medio bajadas y la luz apagada, escondiendo nuestros miedos bajo la manta y hablándonos a los ojos. Te juro que nos he visto, de verdad. Ahí mismo, en el sofá, abrazados, restándole importancia al frío del invierno. He visto esos brazos acariciarme como quien pinta una obra de arte para un museo, he visto tu espalda curvarse en el momento exacto en que un beso impactaba contra ella, y he visto a nuestras manos bailar sin música una danza propia, entrelazándose dedo a dedo. He visto mil y un detalles que creía haber borrado de mi memoria, y otros cien que pensaba que, de darse alguna vez, serían difíciles de ver a los ojos, pero, maldita sea mi suerte, que siempre alcanzo a apreciar hasta la última peca que cuelga de tus hombros. Joder, es que hasta te juro que me esforcé en verte borroso, tanto que no supiera descifrar tu cara, tanto que pareciera pixelada, pero, vaya, si me la sé de memoria, si la llevo fotografiada. Así que nos he visto, en 5D, he visto cada poro de mi piel erizarse ante cualquier roce tuyo, he visto una pestaña caerse, y no he podido evitar soplarla y pedir un deseo estúpido. Nos he escuchado reír, y te prometo que sigue siendo la melodía más bonita del mundo, que no ha cambiado un solo tono, un solo acorde, un único matiz. Nos he visto en casa y no había techo, había cielo, nos he visto mirar a la cámara y sonreír, y he caído en la cuenta de que ya no sé ni siquiera dónde está esa foto, seguramente la perdí. Nos he visto queriéndonos, y jamás alcanzaré a comprender por qué, ni en qué momento dejamos de hacerlo. Fallo de aprendiz.

Tenías razón, estoy muy por encima de ti

Tenías razón, estoy muy por encima de ti, y no por el mero hecho de decir que dos personas nunca pueden ser iguales. Estaba muy por encima de ti, pero no te confundas, no lo estaba por ser mejor persona, ni más inteligente, ni tampoco menos mala. Estaba y estoy muy por encima de ti, simplemente por quererte de la manera que he sido capaz de hacerlo. Y tenías razón, nunca, pasen los años que pasen, lograrás alcanzarme, porque jamás serías capaz de sentir la décima parte de lo que sentí yo. Tenías razón, te vengo grande, porque tú eres de cosas simples, de ver el mismo vídeo que te hace gracia por séptima vez y compartir otros cien iguales, y yo soy de cosas complicadas, fiel amiga de la sensibilidad, de retorcerme la cabeza y el corazón para escribir los textos que más te ponen la piel de gallina. Porque tú eres de un mundo, llamado simpleza, y yo soy de otro, llamado caos. Estoy muy por encima de ti porque yo siempre me voy a empeñar en creer y demostrar que sí se puede hacer eterno un verano, y tú te conformarás toda la vida con sacar tus mejores abrigos del armario cada invierno. Estoy muy por encima de ti, porque yo siempre vuelvo al lugar que duele, porque siempre seguiré metiendo la quinta marcha y apretando el acelerador a tope cuando vea un muro que lleve tu nombre, y tú, sin embargo, siempre harás oídos sordos cuando escuches el mío, y para ti el dolor, siempre será otra cosa, nada que tenga que ver con nosotros. Estoy muy por encima de ti porque alguien tenía que enseñarte qué era el amor, aunque tú nunca pudieras aprender a convivir con él. Estaré siempre muy por encima de ti, y tenías razón, así, cariño mío, jamás podríamos haber sido felices.

viernes, 10 de febrero de 2023

Todavía sigo siendo yo

Todavía sigo siendo yo. Lo he asumido, al fin, como suerte, en todos sus sentidos. Me siguen brillando los ojos con las puestas de sol y cuando te veo pasar. Me sigue palpitando el corazón con las piezas de piano y con una escasa y sutil mirada tuya, que salta esquiva de esquina a esquina, como si así no la pudiese encontrar. Me sigue poniendo nerviosa conducir cuando hay mucho tráfico y también tu risa cortando el aire que respiro. Sigo bebiendo café tres veces al año y acordándome de ti cada noche de mi vida, porque de todas las preguntas que un día me hice, hasta hoy ni una respuesta has dejado de llevar contigo. Todavía no he superado del todo lo del miedo a las personas y sigo queriendo más a los animales. No he dejado de sentir cientos de mariposas por dentro que podrían perfectamente en el otro extremo del mundo causar el mayor desastre. Sigo abrazándome a los libros en invierno y haciendo de la playa mi casa en verano. Todavía guardo la camiseta que me regalaste aunque esté desteñida, y tus cartas mal escritas aunque ya no las lea. Ahora tengo más quemaduras, pero tú sigues siendo la única de tercer grado, y sigo siendo de moratón fácil, de herida pronunciada, de cicatriz perfecta. Me sigue gustando la comida salada y jugar estando rota a que no he dejado nunca de estar entera. Sigo escondiendo la cabeza debajo de la almohada cuando tengo pesadillas, y ahora miro la pluma de mi brazo derecho cuando me olvido de los motivos para avanzar, porque a fin de cuentas, estés o no estés tú, siempre seré esa niña de la burbuja azul que escribe infinitas letras sobre el frío y empañado cristal, para que algún día las leas.

Me querías

Tú, que decías que me querías, que va, no lo hacías. Cuando quieres a alguien recoges su felicidad si la ves tirada en el suelo, no la pisas. Cuando quieres a alguien te quitas minutos de tu tiempo, para ponerlos en su reloj. Cuando quieres a alguien no pones el cronómetro a cero, y te quedas mirando cada milisegundo que pasa, con la pierna temblorosa bajo la mesa y ojos de cordero mientras la otra persona te cuenta cosas que tú ni siquiera estás escuchando. Cuando quieres a alguien pides perdón, y lo pides porque te sientes mal, no por obligación. Cuando quieres a alguien te preocupas de dejarle bien antes de irte, aprendes a leerle el alma antes que los labios, aprietas los dientes ante el problema y sigues, ahí, a su lado. Cuando quieres a alguien te brillan los ojos, te baila el cuerpo con los pies en el suelo, te pillan de vez en cuando mirando con cara de no estar en La Tierra y ni siquiera saberlo. Tú, que decías que me querías, jajaja. ¿Acaso sabes qué es eso? Cuando quieres a alguien, cuando lo quieres de verdad, te importa una mierda cómo estás tú, aunque veas la vida color gris, a esa persona le dices que hoy el cielo es de color rosa. No pagas con ellas tus frustraciones, ni la obligas a ver las cosas a través de tus ojos. Cuando quieres a alguien y se está cayendo, tienes los cojones de parar el mundo, todo el puto mundo entero, para darle la mano hasta que consiga estabilizarse. Cuando quieres a alguien no lo abandonas a su suerte, esperando que un día su herida sane. Cuando quieres a alguien te quedas haciéndole compañía, aunque haya mil kilómetros de por medio o se haga de día, aunque caiga un aguacero. Tú, que decías que me querías, que va, no lo creo. Tú, que decías que me querías, yo ya no te quiero.

Te echo de menos

Te echo mucho de menos. Te echo terriblemente de menos. Echo de menos tu mano cogiendo fuerte la mía cuando no tenía, o simplemente no sabía, dónde agarrarme. Echo de menos tus ojos destellantes de ilusión ante cualquier atisbo de vida, tu forma de ver el oasis en el desierto, el agua en el hielo, la isla en el mar. Echo de menos tu valentía enmascarada de riesgo, tu pecho al descubierto cuando la bala venía directa, abrirle a cara descubierta la puerta al miedo para invitarle gentilmente a pasar. Echo de menos tu coraje, tu forma de andar hacia delante aun sabiendo las cosas que dejabas atrás, no responder ese mensaje, no hacer aquella llamada, jugar a que ya no duele y ganar. Echo de menos tu forma de arrancar la piel a tiras, solo porque sabías que ahí estaba la herida y nunca iba a cicatrizar. Echo de menos tu forma de combatir la tristeza, echarle un pulso al dolor y acabar rompiéndole el brazo. Echo de menos cómo eras y fuiste capaz de dejar de ver como un mar lo que en realidad era tan solo un lago. Echo de menos tu risa invadiendo la casa y el portal, como una onda expansiva que se va colando por los huecos más recónditos, hasta llegar al último rincón del mundo y allí explotar. Echo de menos que me digas que sí se puede, que no habrá tormenta en el mundo que pueda apagar un fuego interior, que no habrá abrazo en el mundo que pueda abarcar la fuerza que tenemos tú y yo. Te echo de menos con los seis sentidos. Joder, cómo te echo de menos… Me echo de menos, porque nunca me he tenido.

Cuando te acuerdes de mí

Hola, otra vez, amor mío. Supongo que tú sabrás mejor que yo eso de que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, así que aquí estoy. Aquí vengo, de nuevo, a contemplar una vez más el esqueleto que queda de lo que fuera nuestro amor, a cara descubierta y con los ojos abiertos de par en par, como si quisiera o me gustara recrearme en la que quizá haya sido nuestra obra de arte más macabra, y sólo tal vez, sin ni siquiera sentirme culpable por ello, después de ti. Quería decirte que cuando te acuerdes de mí, y de lo que teníamos antes de que lo matásemos a sangre fría, sigas autoconvenciéndote de que tampoco fue tan grande lo que sentiste, y yo, por mi parte, cuando me acuerde de ti, trataré de olvidar que sí lo fue. Cuando te acuerdes de mí, sigue intentando fingir que no te fallan las piernas cuando coges a alguien más, y yo, fingiré que me siento igual de segura en otros brazos. Cuando te acuerdes de mí, hazte a la idea de que todo lo que te escribí está al alcance de cualquiera, que volverán a escribirte igual, o al menos parecido. Yo, trataré de pensar que tengo textos mucho más bonitos, y otras cuantas musas que te pasan de largo. Cuando te acuerdes de mí, olvida el sabor de mis labios y recuérdame solo por mi nombre. Cuando te acuerdes de mí, olvida nuestras miradas cómplices, o cómo nuestros gemidos se confundían en uno solo cuando hacíamos el amor en la parte de atrás del coche. Sigue pensando que el amor no está hecho para ti, cuando eres tú el que quizá no esté hecho para el amor. Sigue refugiándote en tu complejo de Peter Pan, con la diferencia de que esta vez te tocará hacerlo sin una Wendy. Yo olvidaré, o al menos negaré hasta la muerte, que fuiste el amor de mi vida, como un náufrago que ya no recuerda de dónde viene. Sonreiré cuando te vea pasar, como si hubiera metido en una botella todos nuestros recuerdos y la hubiera lanzado al mar más lejano de casa. Haré mi vida, seré feliz, porque me quedarán por ver cientos de estrellas fugaces que me recuerden el significado de la palabra fugaz, después de que tú me lo enseñaras. Aún así, hay cosas que son eternas, como la huella que has dejado en mí, pero de la que haré de tripas corazón para no mirar. Así que, cuando te acuerdes de mí, ten presente todo esto y olvida también la historia de los hilos rojos, porque ya no sé de qué color es el mío, ni si se parece en algo al tuyo. Pero cuando te acuerdes de mí, no dudes, ni por un instante, que volvería a repetir nuestro crimen desde el principio, volvería a elegirte a ti como culpable de dejar de querernos, y como víctima de mi manera de enamorarme. Cuando te acuerdes de mí, te pido que no lo hagas también de nuestras manos entrelazadas mientras nos contábamos secretos a la luz de la luna, de esos abrazos que abarcaban todos los problemas del mundo o de ese silencio que solo se atrevían a romper los besos atropellados en el camino de tu boca a la mía en un cuarto a media noche. Cuando te acuerdes de mí, olvida la capacidad de reconocimiento que tenían nuestros cuerpos uno con el otro, los nervios a flor de piel cuando nos encontrábamos por puro azar o por mano del destino, o la paz que nos podíamos dar en una mirada que fácilmente duraba horas. Cuando te acuerdes de mí, olvida todas las cosas que me dijiste, las que te escribí, y las que los dos nos callamos. Cuando te acuerdes de mí, olvida mis ojos sostenidos por los tuyos, mis manos haciendo de pincel por tu espalda, tu cuerpo contra el mío, mi vida con la tuya. Yo mentiré, diré que ya ni siquiera recuerdo tu voz, como si fuera una melodía desconocida que cada vez se escucha más lejana en el tiempo. Diré que ya no sueño contigo, y que si lo hago, ya no me despierto con mal sabor de boca y una angustia clavada en el pecho. Diré que me es indiferente encontrarme por casualidad con tu familia, esa que me tendió la mano como si fuera una más, para que tú un día me terminaras sacando por la puerta de atrás mientras todos dormían y no podían enterarse, como quien abandona a un perro herido en la carretera y no mira por el retrovisor del coche hacia atrás cuando se está yendo. Diré que ya no recuerdo lo que nos pasó, y que ya no pienso en lo que nos podría haber pasado. Diré que me alegro por ti si consigues ser feliz con alguien más, con la mayor sonrisa jamás dibujada en mis labios. Diré que aquellas noches frías en las que visitaba un rato nuestros recuerdos para calentarme un poco, o quizás para acabar aún más congelada, ya quedaron muy lejos. Diré que jamás te quise tanto, y que de haberlo hecho alguna vez, ya ni siquiera lo recuerdo. Mentiré tan bien que me creeré mis propias mentiras. Siempre fui más de empezar por el final que por el principio, como cuando al comprar un libro leía siempre primero cómo terminaba. Siempre me gustó más empezar por la Z que por la A, creo que va siendo hora de retomar viejas costumbres. Tú jamás le cuentes a nadie lo que fuimos juntos, sigue recordándome como esa niña loca que escribía y sentía sin parar, y que solo te regaló una pequeña parte de su vida, obviando que fue la más importante también para los dos. Piensa que jamás habríamos conseguido ser felices, que algún día encontrarás a esa persona que se parezca tanto a ti que nunca encontréis un motivo para separaros, yo rezaré para que esa vez sí os funcione la teoría de los imanes, como no nos funcionó a nosotros a la inversa. No recuerdes nuestro amor como el más grande que hayamos tenido en nuestra vida, porque te vas a sentir como un cobarde por haber preferido no luchar, igual que me sentí yo. Guarda nuestras fotos y mis cartas en el cajón más hondo que encuentres, y no encuentres nunca un solo motivo para volver. Que nuestro único atisbo de esperanza de estar juntos sea encontrarnos en otra vida, una en la que también te vuelva a esperar para nacer. Cuando te acuerdes de mí, olvida que me has echado de menos. Olvida tus oscuras noches de invierno aferrado al colchón maldiciendo que esa sea tu única compañía, muy lejos de casa y de los que te quieren. Olvida que el verdadero motivo por el que nunca hemos intentado de verdad ser amigos es porque han pasado tres años y cada día hemos sido más conscientes de que no hay peor despedida que volver a saludar con dos besos cuando los labios ya se conocen. Olvida que en realidad piensas que somos dos masoquistas, que cuando se cruzan, más tarde o más temprano acaban cayendo y cometiendo el mismo delito, una y otra vez, aunque se pasen el resto de su vida jurando que son inocentes de querer. Olvida lo felices que podríamos llegar a ser, y sigue caminando de la mano de ese miedo que siempre nos ha frenado cuando el semáforo se ponía en verde. Podrías pensar que yo soy la única que todavía vive aferrada al pasado, pero olvida que una parte de ti aún no está preparada tampoco para vivir sin mí en el futuro. Cuando te acuerdes de mí, olvida que me quisiste y convéncete con seguridad de que ya no soy el amor de tu vida, si es que alguna vez llegué de verdad a serlo. Convéncete tan fuerte hasta que de verdad lo creas. Olvídate de las veces que has sentido el inevitable impulso de buscarme. Olvida las veces que te has acordado de nosotros y se te ha escapado una pequeña sonrisa, y olvida también las que has sentido un puñal en el pecho al hacerlo. Cuando te acuerdes de mí, si lo haces al leer esto, olvida que te lo he escrito. Cuando te acuerdes de mí, olvida que me has recordado. Cuando te acuerdes de mí, dime si tú también eres capaz de olvidarme, porque yo no me lo creo.

Reflexiones

-Pídeme cualquier cosa, menos que deje de escribir. Sencillamente porque no puedo.

-Cuando sonríes me muero, y siento un campo en pleno día de primavera.

-Todavía sigo siendo yo. Ahora tengo más quemaduras, pero tú sigues siendo la única de tercer grado.

-La familia no siempre es de sangre y para mí la mía siempre van a ser mis amigos.

-Todos saben que te quise, pero nadie sabe cuánto.

-Te dije que acabaría con esta puta adición de mierda a ti. Lo que no sabes es que a día de hoy todavía sigo aguantando el mono como puedo.

-Me da muchísima pena pensar y saber que las personas, tanto de mi círculo como ajenas, nunca van a tener ni puta idea ni de la cuarta parte de lo que realmente llevo, tengo y soy por dentro.

-La gente no sabe escuchar, no tiene paciencia, no sabe tratar, no tiene empatía. La gente no sabe reconfortar ni arropar a los demás cuando más lo necesitan, porque ni siquiera saben identificar ese momento.

-Sigue con tu vida, amor mío, y quizás algún día, cuando me eches de menos, encuentres alguna página perdida entre cualquiera de mis libros que te sirva de bálsamo para mi ausencia.

-Cuando todo acabe quizás no pueda decir grandes cosas de mi vida. Pero, al menos, sí que tuve unos buenos amigos.

-Es horrible la sensación de sentir que no le puedes contar a nadie cómo te sientes. Para que luego pregunten para qué sirve la poesía. Ella siempre escucha y arropa, a todas horas, sin objeciones.

-Me entristece mucho pensar que las personas siempre se van a quedar con lo que les decimos o les hacemos, pero nunca van a tener ni idea de todo lo que nos callamos o dejamos de hacer por ellas, y es justamente ahí donde más demuestras que de verdad quieres a alguien. Tan irónico como cierto.

-Nunca te sientas culpable por querer demasiado a alguien. El amor nunca puede ser malo, el amor purifica, vitaliza, engrandece. Incluso cuando no sea correspondido, tú llevarás siempre esa dicha contigo, y la otra persona, sin embargo, la desgracia de no volver a sentirse así de querida nunca más.

-Ya no recuerdo quién me dijo hace años después de leer algunos de mis escritos que mi único afán era querer ir de bohemia, pero sea quien fuese, le acompaño profundamente en el sentimiento por no poder ser capaz de entender el arte de escribir. Tiene que ser bastante jodido vivir sin sentir nada cuando lees. La verdad, no quiero ni imaginármelo. 

-Con el paso del tiempo he entendido que cuanto más quieres sacarte algo del corazón, más hondo se te clava, y que por mucho tiempo, distancia y cosas que pasen, hay ciertas personas que son, sencillamente, irremplazables, irrepetibles, y puedes echarle alcohol a la herida de la ausencia, incluso llegar a emborracharte, pero no hay nada en el mundo que borre, jamás, la cicatriz que deja. 
Porque al final, siempre vas a volver al mismo punto de partida, una y otra vez, como si llevaras toda la vida andando en círculos, como si nunca dejara de llover.

-A veces confundimos el amor
porque dicen que éste es simplemente
el anhelo de salir de uno mismo
y desde que lo creo sentir por ti
no he podido ser menos yo
ni echarme más de menos.

-Te miro y tengo cien cosas claras
te he querido dos veces
y te volvería a querer noventa y ocho más

Te miro y solo tengo una pregunta:
¿Cómo puede alguien 
enamorarse tan fuerte
                          tan dentro
                                tan de verdad?

-Te he echado de menos
como Abril a sus lluvias
y más que Mayo a sus flores
Te he echado mucho de menos
como esa cuenta atrás de un niño
el seis de enero
como un gato que no sabe
volver a casa
como un esquimal 
cerca del mar.