La vida es como un juego de cartas, suerte que yo todavía conservo los comodines sobre la mesa y los ases bajo la manga.
jueves, 23 de febrero de 2023
Hoy te he visto
Tenías razón, estoy muy por encima de ti
viernes, 10 de febrero de 2023
Todavía sigo siendo yo
Todavía sigo siendo yo. Lo he asumido, al fin, como suerte, en todos sus sentidos. Me siguen brillando los ojos con las puestas de sol y cuando te veo pasar. Me sigue palpitando el corazón con las piezas de piano y con una escasa y sutil mirada tuya, que salta esquiva de esquina a esquina, como si así no la pudiese encontrar. Me sigue poniendo nerviosa conducir cuando hay mucho tráfico y también tu risa cortando el aire que respiro. Sigo bebiendo café tres veces al año y acordándome de ti cada noche de mi vida, porque de todas las preguntas que un día me hice, hasta hoy ni una respuesta has dejado de llevar contigo. Todavía no he superado del todo lo del miedo a las personas y sigo queriendo más a los animales. No he dejado de sentir cientos de mariposas por dentro que podrían perfectamente en el otro extremo del mundo causar el mayor desastre. Sigo abrazándome a los libros en invierno y haciendo de la playa mi casa en verano. Todavía guardo la camiseta que me regalaste aunque esté desteñida, y tus cartas mal escritas aunque ya no las lea. Ahora tengo más quemaduras, pero tú sigues siendo la única de tercer grado, y sigo siendo de moratón fácil, de herida pronunciada, de cicatriz perfecta. Me sigue gustando la comida salada y jugar estando rota a que no he dejado nunca de estar entera. Sigo escondiendo la cabeza debajo de la almohada cuando tengo pesadillas, y ahora miro la pluma de mi brazo derecho cuando me olvido de los motivos para avanzar, porque a fin de cuentas, estés o no estés tú, siempre seré esa niña de la burbuja azul que escribe infinitas letras sobre el frío y empañado cristal, para que algún día las leas.
Me querías
Tú, que decías que me querías, que va, no lo hacías. Cuando quieres a alguien recoges su felicidad si la ves tirada en el suelo, no la pisas. Cuando quieres a alguien te quitas minutos de tu tiempo, para ponerlos en su reloj. Cuando quieres a alguien no pones el cronómetro a cero, y te quedas mirando cada milisegundo que pasa, con la pierna temblorosa bajo la mesa y ojos de cordero mientras la otra persona te cuenta cosas que tú ni siquiera estás escuchando. Cuando quieres a alguien pides perdón, y lo pides porque te sientes mal, no por obligación. Cuando quieres a alguien te preocupas de dejarle bien antes de irte, aprendes a leerle el alma antes que los labios, aprietas los dientes ante el problema y sigues, ahí, a su lado. Cuando quieres a alguien te brillan los ojos, te baila el cuerpo con los pies en el suelo, te pillan de vez en cuando mirando con cara de no estar en La Tierra y ni siquiera saberlo. Tú, que decías que me querías, jajaja. ¿Acaso sabes qué es eso? Cuando quieres a alguien, cuando lo quieres de verdad, te importa una mierda cómo estás tú, aunque veas la vida color gris, a esa persona le dices que hoy el cielo es de color rosa. No pagas con ellas tus frustraciones, ni la obligas a ver las cosas a través de tus ojos. Cuando quieres a alguien y se está cayendo, tienes los cojones de parar el mundo, todo el puto mundo entero, para darle la mano hasta que consiga estabilizarse. Cuando quieres a alguien no lo abandonas a su suerte, esperando que un día su herida sane. Cuando quieres a alguien te quedas haciéndole compañía, aunque haya mil kilómetros de por medio o se haga de día, aunque caiga un aguacero. Tú, que decías que me querías, que va, no lo creo. Tú, que decías que me querías, yo ya no te quiero.
Te echo de menos
Te echo mucho de menos. Te echo terriblemente de menos. Echo de menos tu mano cogiendo fuerte la mía cuando no tenía, o simplemente no sabía, dónde agarrarme. Echo de menos tus ojos destellantes de ilusión ante cualquier atisbo de vida, tu forma de ver el oasis en el desierto, el agua en el hielo, la isla en el mar. Echo de menos tu valentía enmascarada de riesgo, tu pecho al descubierto cuando la bala venía directa, abrirle a cara descubierta la puerta al miedo para invitarle gentilmente a pasar. Echo de menos tu coraje, tu forma de andar hacia delante aun sabiendo las cosas que dejabas atrás, no responder ese mensaje, no hacer aquella llamada, jugar a que ya no duele y ganar. Echo de menos tu forma de arrancar la piel a tiras, solo porque sabías que ahí estaba la herida y nunca iba a cicatrizar. Echo de menos tu forma de combatir la tristeza, echarle un pulso al dolor y acabar rompiéndole el brazo. Echo de menos cómo eras y fuiste capaz de dejar de ver como un mar lo que en realidad era tan solo un lago. Echo de menos tu risa invadiendo la casa y el portal, como una onda expansiva que se va colando por los huecos más recónditos, hasta llegar al último rincón del mundo y allí explotar. Echo de menos que me digas que sí se puede, que no habrá tormenta en el mundo que pueda apagar un fuego interior, que no habrá abrazo en el mundo que pueda abarcar la fuerza que tenemos tú y yo. Te echo de menos con los seis sentidos. Joder, cómo te echo de menos… Me echo de menos, porque nunca me he tenido.