Hola, otra vez, amor mío. Supongo que tú sabrás mejor que yo eso de que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, así que aquí estoy. Aquí vengo, de nuevo, a contemplar una vez más el esqueleto que queda de lo que fuera nuestro amor, a cara descubierta y con los ojos abiertos de par en par, como si quisiera o me gustara recrearme en la que quizá haya sido nuestra obra de arte más macabra, y sólo tal vez, sin ni siquiera sentirme culpable por ello, después de ti. Quería decirte que cuando te acuerdes de mí, y de lo que teníamos antes de que lo matásemos a sangre fría, sigas autoconvenciéndote de que tampoco fue tan grande lo que sentiste, y yo, por mi parte, cuando me acuerde de ti, trataré de olvidar que sí lo fue. Cuando te acuerdes de mí, sigue intentando fingir que no te fallan las piernas cuando coges a alguien más, y yo, fingiré que me siento igual de segura en otros brazos. Cuando te acuerdes de mí, hazte a la idea de que todo lo que te escribí está al alcance de cualquiera, que volverán a escribirte igual, o al menos parecido. Yo, trataré de pensar que tengo textos mucho más bonitos, y otras cuantas musas que te pasan de largo. Cuando te acuerdes de mí, olvida el sabor de mis labios y recuérdame solo por mi nombre. Cuando te acuerdes de mí, olvida nuestras miradas cómplices, o cómo nuestros gemidos se confundían en uno solo cuando hacíamos el amor en la parte de atrás del coche. Sigue pensando que el amor no está hecho para ti, cuando eres tú el que quizá no esté hecho para el amor. Sigue refugiándote en tu complejo de Peter Pan, con la diferencia de que esta vez te tocará hacerlo sin una Wendy. Yo olvidaré, o al menos negaré hasta la muerte, que fuiste el amor de mi vida, como un náufrago que ya no recuerda de dónde viene. Sonreiré cuando te vea pasar, como si hubiera metido en una botella todos nuestros recuerdos y la hubiera lanzado al mar más lejano de casa. Haré mi vida, seré feliz, porque me quedarán por ver cientos de estrellas fugaces que me recuerden el significado de la palabra fugaz, después de que tú me lo enseñaras. Aún así, hay cosas que son eternas, como la huella que has dejado en mí, pero de la que haré de tripas corazón para no mirar. Así que, cuando te acuerdes de mí, ten presente todo esto y olvida también la historia de los hilos rojos, porque ya no sé de qué color es el mío, ni si se parece en algo al tuyo. Pero cuando te acuerdes de mí, no dudes, ni por un instante, que volvería a repetir nuestro crimen desde el principio, volvería a elegirte a ti como culpable de dejar de querernos, y como víctima de mi manera de enamorarme. Cuando te acuerdes de mí, te pido que no lo hagas también de nuestras manos entrelazadas mientras nos contábamos secretos a la luz de la luna, de esos abrazos que abarcaban todos los problemas del mundo o de ese silencio que solo se atrevían a romper los besos atropellados en el camino de tu boca a la mía en un cuarto a media noche. Cuando te acuerdes de mí, olvida la capacidad de reconocimiento que tenían nuestros cuerpos uno con el otro, los nervios a flor de piel cuando nos encontrábamos por puro azar o por mano del destino, o la paz que nos podíamos dar en una mirada que fácilmente duraba horas. Cuando te acuerdes de mí, olvida todas las cosas que me dijiste, las que te escribí, y las que los dos nos callamos. Cuando te acuerdes de mí, olvida mis ojos sostenidos por los tuyos, mis manos haciendo de pincel por tu espalda, tu cuerpo contra el mío, mi vida con la tuya. Yo mentiré, diré que ya ni siquiera recuerdo tu voz, como si fuera una melodía desconocida que cada vez se escucha más lejana en el tiempo. Diré que ya no sueño contigo, y que si lo hago, ya no me despierto con mal sabor de boca y una angustia clavada en el pecho. Diré que me es indiferente encontrarme por casualidad con tu familia, esa que me tendió la mano como si fuera una más, para que tú un día me terminaras sacando por la puerta de atrás mientras todos dormían y no podían enterarse, como quien abandona a un perro herido en la carretera y no mira por el retrovisor del coche hacia atrás cuando se está yendo. Diré que ya no recuerdo lo que nos pasó, y que ya no pienso en lo que nos podría haber pasado. Diré que me alegro por ti si consigues ser feliz con alguien más, con la mayor sonrisa jamás dibujada en mis labios. Diré que aquellas noches frías en las que visitaba un rato nuestros recuerdos para calentarme un poco, o quizás para acabar aún más congelada, ya quedaron muy lejos. Diré que jamás te quise tanto, y que de haberlo hecho alguna vez, ya ni siquiera lo recuerdo. Mentiré tan bien que me creeré mis propias mentiras. Siempre fui más de empezar por el final que por el principio, como cuando al comprar un libro leía siempre primero cómo terminaba. Siempre me gustó más empezar por la Z que por la A, creo que va siendo hora de retomar viejas costumbres. Tú jamás le cuentes a nadie lo que fuimos juntos, sigue recordándome como esa niña loca que escribía y sentía sin parar, y que solo te regaló una pequeña parte de su vida, obviando que fue la más importante también para los dos. Piensa que jamás habríamos conseguido ser felices, que algún día encontrarás a esa persona que se parezca tanto a ti que nunca encontréis un motivo para separaros, yo rezaré para que esa vez sí os funcione la teoría de los imanes, como no nos funcionó a nosotros a la inversa. No recuerdes nuestro amor como el más grande que hayamos tenido en nuestra vida, porque te vas a sentir como un cobarde por haber preferido no luchar, igual que me sentí yo. Guarda nuestras fotos y mis cartas en el cajón más hondo que encuentres, y no encuentres nunca un solo motivo para volver. Que nuestro único atisbo de esperanza de estar juntos sea encontrarnos en otra vida, una en la que también te vuelva a esperar para nacer. Cuando te acuerdes de mí, olvida que me has echado de menos. Olvida tus oscuras noches de invierno aferrado al colchón maldiciendo que esa sea tu única compañía, muy lejos de casa y de los que te quieren. Olvida que el verdadero motivo por el que nunca hemos intentado de verdad ser amigos es porque han pasado tres años y cada día hemos sido más conscientes de que no hay peor despedida que volver a saludar con dos besos cuando los labios ya se conocen. Olvida que en realidad piensas que somos dos masoquistas, que cuando se cruzan, más tarde o más temprano acaban cayendo y cometiendo el mismo delito, una y otra vez, aunque se pasen el resto de su vida jurando que son inocentes de querer. Olvida lo felices que podríamos llegar a ser, y sigue caminando de la mano de ese miedo que siempre nos ha frenado cuando el semáforo se ponía en verde. Podrías pensar que yo soy la única que todavía vive aferrada al pasado, pero olvida que una parte de ti aún no está preparada tampoco para vivir sin mí en el futuro. Cuando te acuerdes de mí, olvida que me quisiste y convéncete con seguridad de que ya no soy el amor de tu vida, si es que alguna vez llegué de verdad a serlo. Convéncete tan fuerte hasta que de verdad lo creas. Olvídate de las veces que has sentido el inevitable impulso de buscarme. Olvida las veces que te has acordado de nosotros y se te ha escapado una pequeña sonrisa, y olvida también las que has sentido un puñal en el pecho al hacerlo. Cuando te acuerdes de mí, si lo haces al leer esto, olvida que te lo he escrito. Cuando te acuerdes de mí, olvida que me has recordado. Cuando te acuerdes de mí, dime si tú también eres capaz de olvidarme, porque yo no me lo creo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario