Tú, que decías que me querías, que va, no lo hacías. Cuando quieres a alguien recoges su felicidad si la ves tirada en el suelo, no la pisas. Cuando quieres a alguien te quitas minutos de tu tiempo, para ponerlos en su reloj. Cuando quieres a alguien no pones el cronómetro a cero, y te quedas mirando cada milisegundo que pasa, con la pierna temblorosa bajo la mesa y ojos de cordero mientras la otra persona te cuenta cosas que tú ni siquiera estás escuchando. Cuando quieres a alguien pides perdón, y lo pides porque te sientes mal, no por obligación. Cuando quieres a alguien te preocupas de dejarle bien antes de irte, aprendes a leerle el alma antes que los labios, aprietas los dientes ante el problema y sigues, ahí, a su lado. Cuando quieres a alguien te brillan los ojos, te baila el cuerpo con los pies en el suelo, te pillan de vez en cuando mirando con cara de no estar en La Tierra y ni siquiera saberlo. Tú, que decías que me querías, jajaja. ¿Acaso sabes qué es eso? Cuando quieres a alguien, cuando lo quieres de verdad, te importa una mierda cómo estás tú, aunque veas la vida color gris, a esa persona le dices que hoy el cielo es de color rosa. No pagas con ellas tus frustraciones, ni la obligas a ver las cosas a través de tus ojos. Cuando quieres a alguien y se está cayendo, tienes los cojones de parar el mundo, todo el puto mundo entero, para darle la mano hasta que consiga estabilizarse. Cuando quieres a alguien no lo abandonas a su suerte, esperando que un día su herida sane. Cuando quieres a alguien te quedas haciéndole compañía, aunque haya mil kilómetros de por medio o se haga de día, aunque caiga un aguacero. Tú, que decías que me querías, que va, no lo creo. Tú, que decías que me querías, yo ya no te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario