No puedes pasarte la vida esperando un amor que no llega, un amor que ni siquiera sabe si quiere llegar. No puedes tejer sin hilo su mirada entre atardeceres imprecisos, porque te pierdes el sol. No puedes dejar las cosas preparadas, suspendidas en el infinito del tiempo, porque quizás venga algún terremoto en forma de caricias que lo cambie todo de sitio. No puedes dejarle la puerta abierta todos los inviernos, porque alguno de ellos, se te congelará la casa contigo dentro. No puedes llamar amor a una espera interminable que se sucede entre lluvias torrenciales, descosturas incorregibles y óxido irreparable. No puedes porque eso no es amor, es desamor. Y el día que de verdad lo conoces, lo entiendes. Sí, queremos de distinta manera, pero siempre siempre siempre, nos merecemos que nos quieran con la misma intensidad, nos la demuestren de la manera que sea. Así que, eso es el amor. Intensidades de amplia gama, musicales, literarias, de contacto, de miradas, de palabras, que le hacen coro a un preciso y precioso recíproco.
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